top of page
Buscar

Un viaje al corazón del Chaco: Puerto Pinasco y Estero Patiño, 1955

Foto del escritor: Victor MartinezVictor Martinez

Actualizado: 7 ene



 En 1955, Aureliano y Chula, nuestros padres, culminaron su traslado y mudanza temporal desde Chaco-i a la casa de la Abuela Ana en Sajonia, ya que habían tomado   una decisión que cambiaría el rumbo de sus vidas y marcaría nuestra existencia para siempre. En Chaco-i, lugar donde habían compartido sus primeros años de matrimonio, felices e inolvidables, vivieron rodeados del cariño de una comunidad que los acogió con afecto, junto a sus dos hijos mayores y por ese entonces, otro tercero en camino.


Mi padre, con tan solo 29 años, había aceptado el desafío de trabajar como guarda sanitario en el hospital de Puerto Pinasco, una comunidad enclavada en el Chaco Paraguayo. Mi madre, Chula, con su juventud y valentía de sus 25 años, decidió acompañarlo junto a sus tres pequeños hijos: Chongo (5 años), Chano (4 años) y el recién nacido Chingolo.


En ese año, el Paraguay vivía los primeros momentos del régimen de Alfredo Stroessner, un periodo de férreo control político que prometía estabilidad tras décadas de inestabilidad, pero que también comenzaba a consolidar un sistema de represión y desigualdades profundas. En Puerto Pinasco, (fundado en 1792 con el objeto de contener la penetración bandeirante en el Alto Paraguay), y donde nos asentaríamos como familia estas tensiones se entrelazaban con las realidades del trabajo en la produccion taninera de la Paraguayan Land and Cattle Company, (Anglo-Argentina), dueña de vastísimas extensiones de tierra y también de sus habitantes, y donde los peones, en número de miles, enfrentaban condiciones laborales extremadamente duras y esclavizantes.


Nuestra travesía hacia Pinasco comenzó desde Asunción, la capital, donde nos embarcamos en un barco de carga y pasajeros que surcaba el río Paraguay, la principal arteria fluvial que conectaba las comunidades aisladas del interior con el resto del país.

 Este viaje no solo marcó el inicio de nuestra aventura, sino que también reflejó la compleja realidad de un Paraguay profundamente dependiente de sus vías fluviales en una época de infraestructura limitada.


El barco y el viaje por el río

La embarcación, conocida como Anita Barthe, era un barco de estructura robusta, con casco de hierro reforzado, diseñado tanto para el transporte de mercancías como para acomodar a familias que se aventuraban hacia los confines del país. En sus cubiertas convivían cajas de alimentos, herramientas, materiales de construcción, y los no pocos pasajeros que, como nosotros, se dirigían a lugares tan remotos como Puerto Pinasco.


El trayecto desde Asunción hasta Puerto Pinasco duraba entre tres y cuatro días, dependiendo de las condiciones del río y las paradas en los pequeños puertos a lo largo de la ruta. Navegar el río Paraguay era un espectáculo en sí mismo: sus aguas tranquilas serpenteaban entre bosques densos. Tambien era común observar yacarés desde las embarcaciones que navegaban el río Paraguay. En ese tiempo, los ríos de la región del Gran Chaco, eran ricos en vida silvestre, y los yacarés (particularmente el yacaré negro y el yacaré overo) eran una presencia habitual en las orillas y en el agua, mientras aves como garzas, chäjás, tucanes y otros salpicaban de color el paisaje.


Las noches en el barco eran frescas, acompañadas por el sonido rítmico del motor y a lo lejos el canto de los ñakyrás que llegaba desde las orillas. Algunos dormian en comodos camarotes, otros en hamacas o improvisados colchones sobre la cubierta, con el cielo estrellado como único techo. Mi madre, siempre cuidadosa, velaba por nosotros mientras intentaba mantenernos abrigados y alimentados en medio de las limitaciones del viaje.


Encuentros en el camino

Durante el trayecto, el barco hacía paradas en comunidades ribereñas para cargar y descargar mercadería o recoger pasajeros. Estas pausas eran un recordatorio de las duras condiciones de vida en las orillas del río. Veíamos a familias enteras esperando ansiosas al barco, con rostros marcados por el sol y el trabajo arduo, que dependían de estas conexiones para recibir productos básicos o enviar mensajes al resto del país.


En el barco, compartíamos espacio con obrajeros, comerciantes, estudiantes, peones, campesinos, que viajaban con propósitos tan diversos como los paisajes que nos rodeaban. Cada conversación era una ventana a las historias de resiliencia que caracterizaban la vida en el Paraguay rural de los años 50.


La llegada a Puerto Pinasco

Finalmente, tras días de navegación, el barco se acercó a Puerto Pinasco, un puerto fluvial en el corazón del Chaco Paraguayo. Desde la cubierta, divisamos el muelle de madera y, detrás de él, las instalaciones de la Paraguayan Land and Cattle Company, la taninera, que dominaban la escena visual con sus imponentes 11 chimeneas, "Que destilaban tanino, robandole sangre al chaco" * ...asi como los barracones de los obreros.


El contraste con Asunción era evidente: aquí no había calles bulliciosas ni edificios imponentes, sino un paisaje de tierras áridas y un calor implacable. Al bajar del barco, el ambiente nos envolvió con el olor del quebracho y el sonido de la actividad incesante en la fábrica.


El río como símbolo de conexión y esperanza

Ese viaje por el río Paraguay no fue solo un traslado físico, sino también una transición emocional hacia una nueva etapa de nuestras vidas. Para mi madre, Chula, fue un momento de reflexión y preparación para los desafíos que nos esperaban. Para mi padre, Aurelio, significaba la oportunidad de cumplir con su misión como guarda sanitario en un lugar donde la necesidad de atención médica era urgente.


Aunque el río nos separaba del mundo que conocíamos, también nos conectaba con la promesa de un futuro diferente, lleno de retos, pero también de aprendizajes. Aquella travesía, con sus días interminables y noches estrelladas, quedó grabada en nuestras memorias como el inicio de una experiencia que nos moldearía para siempre.

 

Contexto social y sanitario de 1955

 En 1955, Paraguay atravesaba una etapa de modernización limitada, pero persistían altos niveles de pobreza y desigualdad, especialmente en áreas rurales. La falta de infraestructura de salud, caminos y recursos médicos hacía que la labor de los guarda sanitarios fuera fundamental para conectar al Estado con las comunidades más vulnerables.

 

Además, la atención sanitaria estaba marcada por un enfoque preventivo, pues los recursos para el tratamiento de enfermedades eran escasos. Los guarda sanitarios representaban la primera línea de acción en un sistema de salud pública que intentaba expandirse para cubrir las necesidades de una población mayoritariamente rural.


En el Paraguay de 1955, los guarda sanitarios desempeñaban un papel crucial en el contexto de salud pública y control sanitario. Este período estuvo marcado por un enfoque en el desarrollo social y económico bajo el gobierno de Alfredo Stroessner, donde la infraestructura sanitaria aún era limitada, especialmente en zonas rurales y aisladas. Los guarda sanitarios, a menudo trabajadores de base en el sistema de salud, cumplían funciones clave para garantizar el bienestar de la población.

 

Legado y evolución

 Con el tiempo, el rol de los guarda sanitarios se transformó y fue integrado en el desarrollo de sistemas de salud más estructurados en Paraguay. Sin embargo, su impacto en la educación sanitaria y la prevención de enfermedades fue significativo en la década de 1950, dejando un legado en la historia de la salud pública del país.

 

 La llegada a Puerto Pinasco: una comunidad marcada por la explotación taninera

Puerto Pinasco era un mundo aparte. La fábrica taninera, dedicada a la extracción de tanino del quebracho colorado, era el centro de la vida económica y social. Sin embargo, esta industria también simbolizaba la explotación: largas jornadas de trabajo de 12 horas, salarios de hambre y la constante amenaza de enfermedades como el paludismo y otras. Los obreros, muchos de ellos indígenas y campesinos, vivían en una precariedad alarmante, en contraste con los administradores extranjeros y paraguayos que ocupaban posiciones de privilegio.


Mi padre, como guarda sanitario, tenía la misión de atender a los trabajadores y sus familias, lidiando con problemas de salud que iban desde infecciones respiratorias hasta desnutrición. Para él, no solo era un trabajo, sino un acto de servicio solidario en un contexto donde el cuidado de salud era un lujo para muchos.


Nuestra estancia en el hospital de Puerto Pinasco fue breve pero intensa. Mi madre, con su espíritu servicial, convirtió nuestra pequeña casa en un oasis de amor y alegre calidez. A pesar de las carencias y el calor sofocante del Chaco, su dedicacion hogareña y sus manos siempre ocupadas, nos dieron consuelo.


El viaje a Estero Patiño: un tren cargado de sueños y polvo

Tras unos meses en Puerto Pinasco, la vida nos llevó aún más tierra adentro, hacia el remoto Estero Patiño, al que llamábamos Pirizal, ubicado a 143 kilómetros de distancia y al cual accedimos en el ferrocarril de carga construida por  la Compañía taninera.


 El ferrocarril conectaba el puerto fluvial en el río Paraguay con las áreas boscosas del interior del Chaco, facilitando el transporte de troncos de quebracho colorado hacia las plantas procesadoras en Puerto Pinasco. Desde allí, el tanino procesado era embarcado hacia mercados internacionales. El Km 143, el punto final de la línea marcaba el límite de las áreas de explotación forestal que la empresa había establecido,


El viaje en los trenes de carga de quebracho fue una experiencia tan ardua como inolvidable. Sentados entre troncos y respirando el polvo que parecía impregnarlo todo, recorrimos interminables kilómetros de un paisaje dominado por la aridez y la soledad, y la infinita y fantasmal hilera de troncos de quebracho a ambos lado de la vía del ferrocarril, mudos y dolorosos despojos del que otra hora fueran frondosos y erguidos árboles que conformaban el paisaje chaqueño.


Cada parada en el trayecto era un respiro momentáneo, pero también una oportunidad para observar la lucha cotidiana de los trabajadores del quebracho, los hacheros, hombres curtidos por el sol y las penurias, que cargaban troncos con una fuerza casi sobrehumana. En sus rostros se leía la resignación de quienes habían encontrado en la taninera su única fuente de sustento.


Estero Patiño: un rincón olvidado por el mundo

El entorno natural de Estero Patiño, aunque impresionante, era implacable. Los días eran abrasadores y las noches traían consigo una sinfonía de insectos que nunca parecía terminar. El Estero Patiño es un extenso sistema de humedales y lagunas estacionales, parte de la ecorregión del Chaco Húmedo. Está rodeado de vegetación típica del Chaco, con bosques secos y sabanas.  En esos años, la región tenía poca intervención humana, con algunas comunidades indígenas, como los Ayoreo y los Nivaclé, habitando en sus alrededores.


La región albergaba especies emblemáticas como el jaguar, el puma, el tapir, el oso hormiguero gigante y diversas especies de pecaríes. También era un refugio para aves acuáticas como garzas, cigüeñas y patos silvestres. Abundaban los yacarés y tortugas acuáticas. Los humedales servían como hábitat para una rica variedad de anfibios.


Al llegar a Estero Patiño, nos recibió una realidad aún más difícil.


 Nuestra nueva "casa" era una construcción de palmas sin terminar, con un piso de tierra y una invasión de pulgas que parecía haberse multiplicado en cada rincón. Mi madre, con el pequeñín de la familia ,Oscar, en brazos, enfrentó este nuevo desafío con la misma fortaleza que la caracterizaba, aunque no disimulaba el fastidio de su nueva y desconsolada realidad.


Aún así, en medio de esas dificultades, aprendimos a valorar los pequeños momentos de familia: el aire fresco al amanecer, el sonido de las palmas moviéndose con el viento, y la risa de los niños locales jugando entre la tierra y las sombras de los quebrachales y otras especies locales, o los picnics de familia al Estero distante un par de km de nuestra casa de habitacion, y que no todas las veces terminaban bien debido a los amenazantes, salvajes e indomables toro saguä-ás .


Mientras mi padre se dedicaba a su trabajo sanitario, mi madre emprendió una batalla contra las pulgas, improvisando camas y buscando maneras de convertir ese espacio hostil en un hogar. Su capacidad para encontrar soluciones prácticas y su inquebrantable amor por nosotros fueron la chispa que iluminó esos días oscuros.


Un contexto político-social que no podíamos ignorar

A nivel nacional, el gobierno de Stroessner empezaba a consolidar su poder a través de una red de clientelismo, control militar y propaganda. En comunidades como Puerto Pinasco y Estero Patiño, el peso del régimen se sentía en la forma de un sistema económico diseñado para beneficiar a las grandes empresas extranjeras, como la Paraguayan Land and Cattle Company, mientras las necesidades de los trabajadores quedaban relegadas.


En este contexto, mi padre no solo era un guarda sanitario; también era un testigo de las injusticias de la época. Su labor iba más allá de los tratamientos médicos: escuchar, entender y ayudar a los obreros y peones lo conectaba con sus historias de lucha y resistencia en un sistema que parecía diseñado para explotarlos.


Una experiencia que nos marcó para siempre

La vida en el Chaco fue una prueba constante, pero también una lección de resiliencia, fortaleza, amor y solidaridad. Aurelio y Chula, con su dedicación y sacrificio, nos mostraron que incluso en los momentos más difíciles, la familia puede ser un refugio de esperanza..


Para mi madre, cada día era un acto de resistencia frente a la adversidad. Para mi padre, cada paciente era un rec,ordatorio de la humanidad que compartimos incluso en las condiciones más extremas. Y para nosotros, sus hijos, a pesar de nuestra corta edad, esos años en el Chaco quedaron grabados como una etapa que nos enseñó a valorar lo esencial y a reconocer el coraje en los pequeños gestos cotidianos.


De Pinasco creo que tambien aprendimos que la resiliencia no es solo resistir, sino transformar. Ellos no solo sobrevivieron; prosperaron al construir relaciones con quienes compartían su entorno, al trabajar con dedicación y al mantenerse fieles a los valores que los definían.


El amor con el que enfrentaron cada día, la generosidad con que ofrecieron lo poco que tenían y la firmeza de su carácter dejaron una huella imborrable en nuestra familia. Hoy, a pesar que ya no están con nosotros, esa resiliencia sigue viva en cada uno de nosotros.


La historia de Pinasco no es solo su historia; es nuestra herencia. Nos recuerda que, aunque los desafíos puedan parecer insuperables, la fe, el amor y la unidad son más fuertes.


“Pero Existe algo que el tiempo no puede, a pesar de su innegable capacidad destructora, anular: y son los buenos recuerdos, los rostros del pasado, las horas en que uno ha sido feliz” 

                                                                                                     Julio Cortazar



PS. "Que destilaban tanino, robandole sangre al chaco" *de la Cancion "Pinasco" de Maneco Galeano

QUEBRACHALES HACIA SU DESTINO FINAL
QUEBRACHALES HACIA SU DESTINO FINAL
IMAGEN DE PUERTO PINASCO CON LA TANINERA y SUS CHIMENEAS AL FONDO
IMAGEN DE PUERTO PINASCO CON LA TANINERA y SUS CHIMENEAS AL FONDO
EL ANITA BARTHE ATRACANDO
EL ANITA BARTHE ATRACANDO
CHULA, CHANO, CHINGOLO
CHULA, CHANO, CHINGOLO



 

 

93 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


Suscríbete a nuestro blog

¡Gracias por tu mensaje!

Si tenés una historia para publicar mandámela al mail soldelrio@gmail.com

bottom of page