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Odas a Aureliano Martínez Barúa

  • Foto del escritor: Adalberto Martínez Flores
    Adalberto Martínez Flores
  • 1 jul
  • 2 Min. de lectura

16 junio 1924-02 diciembre 2008


Nacido en Yhacanguazú, Guairá,

donde el horizonte se sumerge

en las aguas cristalinas de la floresta,

donde las aves arrullan cadencias de ruiseñores,


que trinan, afinan y disuenan

con gorriones de auroras.


Del vientre de Tránsito de la Cruz Barúa procedió,


un lunes 16 de junio de 1924,

recostado en heredada cuna humilde

cincelada por el padre Bartolomé Martínez,


carpintero y maestro.


Nació cuando los rieles del tren se inauguraban,

y ya el destino les señalaba vías


para rumbear prosperidad más allá del horizonte.


Su vida fue trazada


por Quien abre caminos en agrestes senderos.

Aureliano, con sus manos supo amasar y conjuntar


la humildad con la indigencia,

la dignidad con la prestancia,

el trabajo con la persistencia.

Forjado en los tiempos de quimeras

y sueños inquietos de orfandad temprana,

lustraba botas con ávidas manos,

depositando en los cajones

desgastados céntimos de supervivencia


entregada a su madre.


Vendía también diarios en amaneceres rutinarios,

y la precariedad no deslustró sus ilusiones.

Cuando la viudez materna golpeó su hogar,


sus pasos lo llevaron

a orfanatos prestados.

Allí, entre travesuras y libros,

el juicio y la buena caligrafía

le fueron el carácter templando.

Aprendió a sanar con manos firmes,

instruyéndose en ciencias de laboratorio,

agigantando la mirada en láminas de microscopios.


Trasladado a los altos barrancos de Puerto Antequera,

donde trabajo y romance se conjugaron.

Allí conoció el amor y latidos de dos corazones


sellados en promesa.

Aprendió a ser padre

con los hijos que generó,

a cuidar con ternura a Esmeralda,

su compañera fiel,

madre de sus cuatro retoños,

cada uno singular,

pero todos guiados en sus rieles.

De él guardamos memoria viva:

rumbos marcados sobre ejemplos

de modestia y honestidad,

mansedumbre con manos seguras,

perseverancia comedida,

resiliencia discreta,

y la alegría sencilla

de buscar en ríos y arroyos

el sustento de las aguas.

Las memorias de papá Aureliano


son tan fértiles de páginas como su pulcra caligrafía,

esa que dibujaba ensamblada en los renglones

de sus escritos, narrando su disciplina y arduas

luchas para acertar la línea de la rectitud y

proceder derecho según su saber y entender..


Adaljusto

16 de junio 2025


 
 
 

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