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Un Domingo en Tobati

Abelardo Rosa Flores

DESDE MI BALCON Corría el año 1965, por esos años yo estaba cursando el cuarto grado en el Colegio Monseñor Lasagna en calidad de internado, "pupilos" nos denominaban.

Debido a esa condición, como no era frecuente que los fines de semana fuéramos a pasar con nuestros padres, eso debido a que casi todos éramos del interior y ellos estaban a muchos kilómetros de nosotros, en el caso mío ellos vivían en Pto. Antequera que en ese tiempo por ruta distaba a 425 kms. de la capital, con la desventaja que casi 300 kilómetros era camino sin pavimentar, vulgarmente llamado camino de tierra. Esas circunstancias hacían que nuestros profesores y celadores del internado programaran actividades de distracción para pasar en forma agradable los fines de semana.

Lo más frecuente era que fuéramos a la casa de Ypacarai, donde estaba la Escuela Agrícola Salesiana y el Filosofado salesiano, donde la congregación tenía una propiedad con arroyos y una pileta de natación que lo disfrutábamos al máximo.

Entre los internados teníamos a unos compañeros que eran hijos de unos arroceros de la localidad de Tobatî, y ellos tenían una propiedad que lindaba con el río Piribebuy.

Por esa razón se organizó una excursión al arrozal de los Benítez para pasar una linda jornada de campo al aire libre y descargar allí toda nuestra energíaacumulada de la semana.


Como lo comenté al principio de mi relato que la mayoría de los internos éramos del interior, era para nosotros un placer hacer ese tipo de excursiones de aventuras, ya que era para nosotros hacernos sentir como peces en el agua. Cuando nos fué comunicado con unos 15 días de anticipación que la próxima visita iría a ser la ida a Tobatî, los chicos pedimos a los compañeros del tobateños que nos ilustraran y contaran cosas de como era el lugar que iríamos a visitar, que actividades podríamos desarrollar ahí, y todo lo concerniente a nuestra futura excursión campestre.

Estos compañero mencionados, eran los Benítez, de los tres, dos eran hermanos y uno primo, nos comentaron que por el arrozal venían muchas palomas y tortolitas silvestres, por lo que una de las actividades propuestas por ellos fue la de ir a cazarlos. Ante esa recomendación y a sabiendas que en el Colegio, al fondo del patio teníamos un lugar bajo, colindante con el arroyo Jaén en el que había abundante lodo, nos pusimos todos en los ratos libres a "fabricar" bodoques, que lo poníamos a secar al sol para que se endurezcan y así mudarnos de abundante proyectil para la gran cacería de palomas.

Llegado el día "D", partimos rumbo a nuestra meta, no sin antes asistir muy temprano a misa para pedir el amparo y la bendición de Dios para que el paseo sea agradable, y para que podamos ir y regresar sin ningún contratiempos. Ya en camino nuestro asistente, quizá con la intención que no cometieramos tantas travesuras durante el viaje, nos hizo rezar unos dos rosarios completos durante el trayecto, lo que hacía que viajásemos tranquilitos y con buen comportamiento.

Una vez que llegamos a nuestro destino, fuimos recibidos por nuestros anfitriones quienes nos indicaron los lugares donde podríamos guardar nuestros bártulos, y cuando terminamos de acomodamos, nos reunimos en un fresco corredor jeré de la casona y nos dieron el programa de actividades a realizar durante nuestra corta estadía en el lugar, luego a renglón seguido, empezó la gran aventura en tierras cordilleranas.

La primera actividad fue disputar un partidito de fútbol para quemar nuestras energías y luego de allí, ir a refrescarnos en las frescas aguas del río piribebuy. El río en sí era de pequeño caudal, no muy ancho, tenía un puente kyhá para atravesarlo lo que hizo que inmediatamente los más intrépidos la vadearan columpiándose en el mismo. Para mí el río era como un charquito de agua, ya que comparado al río Paraguay que baña las costas de mi tierra Puerto Antequera, en la que estaba acostumbrado a chapotear y hasta cruzarlo a nado, ese era muy pequeño .

Al rato que estábamos experimentando sus aguas y su ribera, salió uno de los Sacerdotes que nos acompañaban anunciando que se haría entre los que sí sabían nadar, una competencia de cruce del río a nado. Como éramos varios los "nadadores", se organizó la competencia en serie de cuatro grupos de 6 nadadores por tanda, y al obtener los resultados, entre los cuatro ganadores de cada grupo hacer una gran final. Como yo gané mi serie entré a competir en la gran final y también salí triunfante, por lo que como premio a mi triunfo me entregaron una medalla con la imagen de María Auxiliadora por un lado y del Sagrado corazón de Jesús del otro.

A 55 años de ese acontecimiento, hoy les cuento y les muestro la medallita que aún lo conservo sin que haya sufrido corrupción alguna.

La parte de la caza de palomas, lo dejo para otra oportunidad, ya que la misma para estos tiempos no es tan bien vista, pero por esa época era normal hacerlo, incluso servía para combatir una plaga para el cultivo de los los arroceros.




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