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Recordando el pasado , que tambien dejaron sus huellas.     

Foto del escritor: Adolfo von Tumpling EisenhutAdolfo von Tumpling Eisenhut

  Registro número 400 como Hans George Adolf Wilhelm Wolf von Tumpling

                                                                            

          Desde muy pequeño me enseñaron que nunca se debe decir buenos días antes de amanecer, y al final yo creo; pues esa hermosa mañana del mes de marzo del año 1962, en nuestro humilde hogar del Barrio Sajonia, aparentemente todo se desarrollaba normalmente. Sin embargo este despertar, no reflejaba la realidad. Increíblemente, de pronto con la llegada de una simple notificación, un extraño malestar empezó a adueñarse de toda nuestra familia. Evidentemente con este pequeño documento, a la vista, muchas cosas imprevistas iban a surgir o sea cambiar…  


  UN BUEN EJEMPLO

     

           Se comenta que la rutina muchas veces aparte de ser fastidiosa y aburrida tiene su lado positivo, pues nos alerta para no caer en sorpresas imprevistas y desagradables. Esto quizás sea instintiva, pero muchas veces nuestra mente responde ciegamente a esas señales desconocidas. Dicen que a parte de nuestros seis sentidos normales, existen otros más perfectos pero, que muy pocas personas llegan a desarrollarla.

                  

     Por ejemplo, aquella calurosa mañana, la inesperada llegada de esa  notificación que en este caso es normal a nadie de la familia incomodo, pero sin embargo repercutió en nuestra tranquilidad, por los cambios que  posteriormente iban a producirse.

 

                Aunque el texto a la vista era corto y preciso, donde nuestro inquilino Don Walter Neumann nos informa, que de hoy en adelante iba a prescindir de nuestras comodidades en Antequera.                                                                                                       Argumentaba este inquilino que los negocios en el Norte para ellos dejaron de ser rentables. En otra palabra todas nuestras comodidades en esa localidad, que era el principal sustento de nuestra familia, de pronto quedaban sin efectos, suspendidas, congeladas y lógicamente alguien tenía que urgentemente hacerse cargo de ella, guste o no.

 

         Como yo era el único hijo varón y mis demás hermanas no tenían ningún interés en estas comodidades, mi madre desesperada me ruega hacerme cargo de este problema. Mi viuda madre, ya anciana, consideraba que esta herencia o dinastía familiar a pesar de todo eran muy importantes para el sustento familiar, y lógicamente alguien tenía que hacerse cargo de ella urgentemente.

 

           Precisamente en aquella época yo trabajaba como mecánico en los Talleres de Cóndor, Mercedes Benz, en una oficina de Chispa S.A, situada en la calle Piribebuy y Nuestra Señora de Asunción. La verdad es que mi contrato como simple Mecánico en esa prestigiosa empresa no era muy importante, aunque justamente días antes fui beneficiado con una beca para viajar a Alemania y recibir una nueva especialización con los modernos camiones Hunimok y Hanomak que la firma quería representar en nuestro país. Considerando que aún faltaba mucho tiempo para usufructuar dicha beca, solicito a mis patrones alemanes un permiso especial por 30 días, para intentar solucionar ese problema familiar, que de pronto había surgido. 

 

      Después de ultimar los trasmites correspondientes, o sea el 8 de Marzo del año 1962, con mis bien cumplidos 24 años de edad, adquiero pasaje en una pequeña embarcación de nombre San Rafael en la playa Montevideo y con lo mínimo indispensable en mi bolsón, como para retornar lo antes posible, salgo totalmente a ciegas para comprobar mi desengaño y de paso descubrir América.

  

    Al final fueron 48 horas de viaje interminable en esa lenta y destartalada embarcación para llegar a destino. En este legendario puerto rivereño la noche ya había llegado y la obscuridad era la única dueña del lugar. Silencio y más silencio fue mi recibimiento, ni una miserable alma perdida o desatinada se movía en el sitio; pero afortunadamente mi hermana Blanca y su marido don Pololo estuvieron ahí presente para darme la bienvenida. No tengo idea de cómo se enteraron de mi visita. En aquella época puerto Antequera no contaba con luz eléctrica, agua corriente ni teléfonos, pero funcionaba una oficina obsoleta y caduca de la Antelco por el antiguo sistema Morse que prácticamente nunca funcionaba.

  

       La primera mala impresión que me causo este puerto fue su total abandono, aislada y por ende ni las moscas volaban a su alrededor. Pero, si queremos hablar de los súper mosquitos que revoloteaban, zumbaban y picaban como locos a millares por doquier, el comentario sería totalmente diferente. Estos pequeños insectos si estaban ahí presentes y no desaprovechaban la oportunidad para atacarnos y saborear nuestra abundante y fresca sangre humana.

  

    Desgraciadamente o vaya a saber cómo llamarla, nuevamente yo retornaba a este puerto abandonado, donde años atrás asesinaron salvajemente a mi joven padre­­­­­. La justicia mal manejada y caduca de la época nunca llego a manifestarse y por consiguiente mi retorno, no estaba ni remotamente previsto en mis planes. La verdad es que yo nofui educado para luchar en este ambiente campestre. Mis pretensiones siempre estuvieron encaminadas a otras metas mucho más ambiciosa.

La gran Familia Tumpling-Flores
La gran Familia Tumpling-Flores

 

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