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Que viva el Señor San Juan.

Raúl Rosa Flores

(San Juan ára ymaguare - Homenaje y recordación al Sr. MARIANO BRASSEL)


Atrás había quedado aquel veranillo que duró unos cinco días.

Amanecimos con un frío que pelaba, el viejo termómetro con la publicidad de la marca "Crush" colgado por la puerta de madera en el almacén de mi padre marcaba 0° aquella mañana siendo las 7:00 Hs.


Mi corazón de niño latía con algarabía, pese a la fría mañana, no pensaba perderme los preparativos de lo que sería la gran fiesta de SAN JUAN que se realizaría esa noche.


Todo comenzó una semana atrás, cuando Don Mariano Brassel, un hombre que había dedicado su vida como el más activo parroquiano de la Iglesia Curusú Chicá y encargado de organizar la gran celebración, se había apersonado en el almacén de ramos generales de mi padre, con el objeto de comprar bombas 3x3, mbocavichos y otros artefactos explosivos para confeccionar el "Judas kái", que sería hecho con unos pantalones y camisa viejas que le había donado mi padre; entre otras cosas como grasa de vaca para embardunar el "yvyra syi" que sería coronado con los premios que de él colgarían como ser dos pelotas de cuero n° 3, algunos juguetes de carey, prendas de vestir, y golosinas varias; kerosén, alambre n° 20 y viejas bolsas de arpillera para las "pelota tatá"; un viejo vacapí y clavos que serían el complemento para el "toro candil" que llevaría un "vaca akangüe con una enorme cornamenta" donado por el carnicero Don Santacruz.


Detrás del mostrador oía la conversación que Don Brassel mantenía con mi padre, en la que manifestaba como iban avanzando los preparativos.


El gran día había llegado. Presuroso tomé de desayuno un humeante café con leche "bebido" en mi taza Rigopal, y rumbeé por la vieja avenida costanera de rojo ripio, con destino al aserradero ubicado a unas 5 cuadras de mi casa, hasta el aserradero de Don Walter Neuman, ubicado en la cabecera de la cancha de aviación, para ofrecer mi ayuda al corpulento, aquel enorme señor, Don Brassel, que medía unos 2 metros de altura, para poder ser partícipe en lo que sería la elección de los trozos de madera que servirían para el "tatapyī ári je hasa".

Con la amabilidad de siempre el señor me dejó participar de esta tarea. Seleccionamos restos de madera, sobras de los cortes de los añosos troncos de curupa'y, la mejor madera para que tenga buena y ardiente brasa sin que se haga cenizas, según me explicaba este Señor que de maderas conocía mucho, ya que era el encargado del aserradero.


De ahí fuimos a dar los últimos retoques a los elementos que el señor ya tenía preparados y prontos para ser usados esa noche.

Hicimos un repaso de los preparativos. El largo tronco de unos diez metros confeccionado en madera de kaï kyhyjeha, que sería el "yvyra syï" estaba lampinado y pronto para ser untado con grasa de vaca y ser enclavado en el centro del local que serviría para la celebración, el recordado espacio público ubicado al costado de la Usina Electrica, que servía como improvisada canchita de fútbol a los chicos del pueblo.


Fuimos viendo cada una de las cosas que ya estaban listas; los premios, las pelotas tatá listas para ser humedecidas en kerosén y que puedan rodearse de su ardiente llama; el Toro Kandíl de fino acabado que mostraba todo su esplendor como si el toro overo despellejado hubiese recobrado vida, con su enorme cornamenta.


Me mostró las ropas viejas que le habían donado unos parroquianos, que serían usados por los "cambá" que las utilizarían como disfraz, untados con hollín en sus rostros y que serían los encargados de dar alegría a los niños que todos llevamos dentro.


La jornada fue larga, traté de acompañar a Don Brassel todo el tiempo que pude, ya que llegada la noche me confundí con los que asistieron a la gran fiesta.


Aún tengo grabada en la retina de mis ojos y siento el murmullo de la gente; ese ir y venir de los niños, los jóvenes y gente de todas las edades disfrutando de esos JUEGOS DE SAN JUAN, únicos e irrepetibles.


Como olvidar el destello de los ojos de aquel niño que tras larga faena pudo llegar a la cúspide de aquel yvyra syi, y que pudo bajar de la cima esa anhelada pelota de cuero n° 3, o de aquel otro niño que pudo bajar con las manos llenas de las golosinas que tanto trabajo le había costado conseguir.


Como olvidar a aquellos recios varones, llenos de fe que pasaban sobre las brasas incandescentes sin sufrir ningún daño al grito de "Viva el Señor San Juan"; como olvidar la destreza de aquellos mocetones que demostraban su habilidad y valentía esquivando los embates del brioso "Toro candil" con su cornamenta en llamas; como olvidar a los niños y no tanto que punteaban con sus pies descalzos aquellos balones ardientes de la "pelota Tata", como olvidar el estallido de hilarantes carcajadas que despertaban en el público las piruetas y payasadas interpretadas con maestría histriónica por los "Cambá"; ......... ............ Como olvidar aquel SAN JUAN ÁRA que como tantos años fueron organizados por Don Mariano Brassel.


!QUE VIVA EL SEÑOR SAN JUAN!



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