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Pueblito Feliz

Foto del escritor: Gustavo MartínezGustavo Martínez

Actualizado: 8 sept 2020

15 Febrero 2017


Con sus problemas diarios, pero nada que no se solucione.

Los hombres pescaban, los jóvenes y niños estudiaban y las mujeres cuidaban de su casa y familia.


Sentados bajo la sombra del chivato tomaban terere con yerba Fortín y los ñakyra no dejaban de cantar al verano muy caluroso.


Miraban el rio pasar y a las canoas y lanchas yendo a pescar. Barcos y empujes lentamente pasaban. Loritos cruzaban el rio. Camalotes se iban hacia asunción. Y el chaco dividía el rio con el horizonte de cielos coloridos.


Era un puerto apacible y cordial. Feliz desde chiquito, desde su fundación. Gente trabajadora y que quería a su pueblo. Se conocían todos y sabían de la vida de todos.

Nadie hacía daño a nadie, más que uno u otro chimento mal contado.


Un día, desapareció una bicicleta, y fue comentario general en la comunidad. Era una verdadera mala novedad. Pero pensaban era casual.


Otro día desapareció un motor fuera de borda. Y después una canoa, y después una moto y ya la alarma general cundió en la tranquilidad del pueblo.


Una noche se escucharon disparos, y mas allá fuertes parlantes con músicas rompían la tranquilidad de la noche y más adentro del puerto asesinaban a una joven muchacha en una humilde casita. Tiempo después también en triste procesión fúnebre despedían a Hugo sin saber que le pasò.


Una gran polvareda se levantaba sobre la calle del mirador. Una veintena de jóvenes estaban pateando y golpeando duramente a un joven tirado en el piso, con gritos de salvaje violencia querían matar a la víctima. A una cuadra, otra pandilla esperaba rescatar a su amigo en desgracia y vengar lo más pronto posible lo que le hicieron al miembro de la banda de inadaptados. No era gente de otro lado. Eran Antequereños.


Ni bien ocurrieron los nuevos hechos vandálicos, la madrugada se vio iluminada por un feroz incendio del micro que daba servicio Antequera -san Pedro, provocado por malvivientes quienes con bidones de nafta rociaron el camión y causaron tremendo daño al camión, a los usuarios y al dueño.


Ya el pueblo no era feliz.

Había miedo y todos trataban del olvidar los malos momentos, rodeando al Mirador, donde todos se reunían a pasear, mirar, hacer la pasada en moto, tomar cerveza y escuchar música en parlantes. A la espera de otra mala noticia.


Puerto Antequera pueblo de mitos y leyendas. De robos y peleas, asesinatos, incendios y pandillas.


Es una realidad. Antequera ya cambió. Ya no es feliz.

Aunque mantenemos la esperanza que todo vuelva a ser como antes.


Gustavo Raul Martinez





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