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Por fin viernes. ¡RECREO LARGO!

Raúl Rosa Flores

Homenaje y recordación a mis maestros de primaria.

Por fin viernes. ¡RECREO LARGO!


Ese día amaneció diferente, más bello que de costumbre; el tibio sol que iba despuntando en el este, a espaldas del poblado, se asociaba con la algarabía de los niños que no veían la hora de llegar a la escuela, ese lugar mágico donde se encontrarían con sus maestros, y principalmente con sus compañeros, para aprender y dar rienda suelta a sus energías durante el recreo, y por sobre todo en este día tan especial; Era viernes!, ¡Día de RECREO LARGO!


Al llegar a la escuela, de a uno iban transponiendo el inmenso arco de mampostería que coronaba el portón de madera abierto de par en par, ese que parecía recibirlos con los brazos abiertos; ese que luego de cruzar parecía que los conducía al paraíso.


Cada niño se dirigía presuroso al encuentro de sus maestros que gentiles los recibían, eran personas que irradiaban un encanto especial de acuerdo a la edad de sus educandos.


Como olvidar la belleza angelical de la maestra de primer grado, esa que nos enseñó las primeras letras, ¡Nuestro primer gran amor platónico!; como olvidar la dulzura de la maestra de segundo grado, esa persona que con paciencia franciscana nos enseñó a restar, a sumar y nos animó a seguir por la senda del conocimiento, esa que nos enseñó que podíamos aprender, conocer y descifrar los gráficos que aparecían en los libros, que podíamos escribir y leer más palabras, mucho más que solo Ana y Pepe, o Papá y Mamá.


Como no recordar a la tan temida maestra del tercer grado, esa que tras su histriónica actuación, con apariencia y fama de implacable, tenía la obligación de sellar en nuestras mentes como una marca a fuego la tan temida “tabla de multiplicar”, que se encargaba que aprendamos como “bendito”.


Como olvidar al profesor de cuarto grado, ese hombre de mundo, esa persona que sabía más de la vida, que sintonizaba el deseo de saber otras cosas por parte de los alumnos, ese que nos narraba en las clases de historia y geografía que habían otros mundos, mas allá del apacible pueblo, que enseñaba como debían comportarse los hombres y las mujeres, nos hacía notar nuestras diferencias de género; y cómo manejar estas diferencias que al final nos complementan.


Como olvidar a la maestra de quinto grado, esa Señora que con la didáctica que dan los años de amor puesta a su tarea, nos iba formando en conocimientos generales, afianzándonos en las reglas de la gramática, las matemáticas, y las ciencias sociales que nos servirían en nuestras vidas.


Como olvidar a la maestra de sexto grado, esa persona encargada de coronar la formación integral de los escolares, esa persona que ponía todo su empeño en darnos una visión general para afrontar la vida, más aún en una escuela en la que ella sabía que para muchos de sus alumnos ella sería la última maestra, ya que muchos al culminar sus estudios en la escuelita, dejarían la educación formal.


Y por sobre todo como olvidar al Director, esa persona consagrada a la formación de párvulos, aquél férreo Director, tan temido por muchos, que gracias a esa postura pudo forjar varias generaciones de hombres íntegros, con una sólida formación moral, siendo artífice de que la mayoría sean honestos ciudadanos.


El largo corredor que adornaba la parte frontal de la escuela, parecía absorto; es que los niños estaban en clase, solo se oía de vez en cuando el coro de voces de los alumnos del primer grado que repetían con la maestra las primeras letras que estaban aprendiendo, deletreando en conjunto los grafemas que forman esa palabra tan dulce; solo se oía M…A…..MA………. M…A… MA……. MAMÁ.,…….. una y otra vez.


Pero este silencio; ese silencio, esa tranquilidad, ese letargo en que se encontraban los largos pasillos eran solo pasajeros, eran interrumpidos por el rinrrineo, ese tilÍn tilín de la campanilla que provenía de la sala del Director. Con esto se acababa la calma que precedía a la tormenta, a una tormenta de algarabía, júbilo, bullicio y alegría que solo pueden expresar los niños cuando salen al recreo, y principalmente si se trata del RECREO LARGO.


Por fin llegó el ansiado momento, ese momento mágico que se producía cada viernes, cuando por una tradición dispuesta por quien sabe que Director o maestro que había pasado por la escuelita, los viernes los niños podían disfrutar de un RECREO LARGO, ese recreo que todos adoraban, ese recreo que se extendía desde la mitad de la jornada de estudios, HASTA LA SALIDA!!!. ¡Que buen momento! ¡Que lindo momento para compartir con los compañeros!

Como olvidar los largos recreos en que cada uno podía disfrutar de los juegos de su preferencia.


Como olvidar los juegos de “balita”, “corá” o “joyo”; como olvidar los juegos de trompo “sele”, “corá” o “número”; como olvidar los juegos de “polibandi”; como olvidar los interminables “partidí” de fútbol; como olvidar la “pelota muerta”; como olvidar la “tiquichuela”: cómo olvidar el “tuka¨ë”; como olvidar el “curtú”; como olvidar el “descanso”.


Como olvidar las delicias del almacén “Dulcilax” que estaba frente a la escuela, que se encargaba de traer desde Asunción las últimas novedades de golosinas, el inolvidable “caramelo líquido”; el “kajajy” que se vendía al lado de la escuela; y otras tantas delicias que se ofrecían en el “alambrado” de la escuela.


Como olvidar el RECREO LARGO!!!!!!!




Recordación y homenaje a los maestros de mi generación que pasaron por la Esc. Gda. Nº 252 José de Antequera y Castro - Pto. Antequera.

Ireneo Bogado, Regina Sosa, Marina Caballero, Odilia Guerrero, Nidia Candia de Denis, Virgilio Denis, Adolfo Von Zastrow, Julia Caballero, Inocencia "Ñeca" de Zolabarrieta, Gilberta Barrios)

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