El Oratorio del Señor San Roque, me trae gratos recuerdos de mi juventud.
En el patio de ese oratorio el querido y recordado Don Francisco González ( Chico Puku ), congregaba a los jóvenes de esa época para el juego del Volleyball. Era una juventud sana que con la práctica del deporte se alejaba de los vicios del alcohol, ya que en esos tiempos las drogas aún no eran un flagelo como en estos tiempos.
También recuerdo que en el patio durante la festividad patronal se realizaba unas kermesses y en la misma había como atracción, la carrera de gatos. Este atractivo consistía en apostar por alguno de los felinos en exhibición.
Los dulces gatitos, muy mansitos ellos, ronroneaban acostados y sujetos a sus andariveles con un collar, una cuerda y una argolla que pasaba por un alambre que demarcaba el recorrido de la pista de carrera, esperando.
Los mininos quedaban allí esperando la largada que debía dar el encargado del juego.
Para iniciar la carrera, cada gato tenía atada a la cola un hilo de escasos centímetros y en el extremo un "mbokábicho", lo hoy sería "fosforito", que el juez de largada se encargaba de encender la mecha y al explotar el petardo, los pobres felinos del susto emprendian una loca carrera rumbo a la meta.
La cosa es que con tanto susto provocado por la explosión, los "michinos" huían despavoridos para cualquier parte soltando sus amarras y enfilando para el fondo del oratorio trepando el quinchado perimetral del Oratorio, para luego perderse en el horizonte y tras ellos sus amos desesperados corriendo tratando de recuperarlos gritando: "kicho, kicho, kicho".
Y así terminaba la tan esperada carrera de gatos despertando la hilaridad de los parroquianos.
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