Esta es una historia que una vez aconteció en Antequera y que me agradaría relatarles. Un buen día amaneció este ciudadano uruguayo en nuestras desiertas calles y al final vivió muchos años compartiendo nuestros sueños y necesidades. Su pecado capital fue pertenecer al grupo revolucionario Tupamaro del Uruguay. Según comentaba el nuevo gobierno de turno deportó a estos líderes revolucionarios a otro país con un buen sueldo en dólares americanos, para que se dejen de joder en su país y salgan a disfrutar de la buena vida.
Desde luego que mi puerto natal y porque no decirlo puerto Antequera fue para él todo un paraíso terrenal de tranquilidad y bienestar. No vivía como un rey, pero era un gran fumador y tuvo la brillante oportunidad de masticarse a unas cuantas de nuestras doncellas dormidas. Vaya a saber qué título o jerarquía llegó a poseer, pero les aseguro que fue un buen intelectual, eso les puedo asegurar, porque tuvo la buena predisposición o voluntad de leer toda mi colección de libros y para realizar dicha hazaña tuvo que tener muy buen estómago.
A los escritores pues les encantan que lo lean, así como a los músicos que lo aplaudan, aunque muchas veces de rabia para que terminen la función y se dejen de molestar. Con esto no quiero ser malo, pero a los chanchos, cerdos o puerquitos, les encantan que lo rasquen y de tanto placer se acuestan para disfrutar de la buena vida. Desde luego que esto es parte de esta vida, y este buen amigo uruguayo, así como disfruto de nuestra tranquilidad campesina, un buen día se le encontró muerto en su solitario cautiverio…
Yo no fui a su entierro, la verdad que a mi estos espectáculos me afectan, me deprimen, quizás porque soy muy sensible o un gran boludo, como dicen los argentinos con cariño. Después de todo hay tantas cosas lindas de qué hablar y los repertorios nunca terminan, así que preferiblemente es seguir adelante con mis relatos.
Mí hoy finado gran amigo de infancia Ramón Trotte, con quien compartí gran parte de mi juventud tenía el don de hablar hasta los codos y cuando tomaba el micrófono o su guitarra nadie lo paraba. Él siempre se interesó en saber el porqué de mi repentino alejamiento de la gran ciudad capitalina donde maduré. No lograba explicarse como una persona con mi preparación pudo abandonar su mundo y salir a echar raíces en un puerto lejano y abandonado como Antequera. La verdad es que todo sucedió tan inesperadamente que no hubo de por medio influencia de ninguna clase. Llamémosle solamente que fueron por circunstancia especiales de esta vida y fuera de mi propia voluntad.
En aquel entonces en este lugar prácticamente abandonado a su suerte la mayoría de las necesidades humanas eran el pan de cada día. La luz eléctrica, el teléfono y el agua corriente aún no existían y sus habitantes vivían del regalo que la madre naturaleza les ofrecía gratuitamente. Desde luego que nadie se molestaba por valorar la nueva era moderna que golpeaba sus puertas y hasta creo que vivían felices, pero a su manera. Al principio yo también al pisar estas tierras, me desubique como un ser de otro planeta, pero nunca comentaba con nadie al respecto para no desentonar o contaminar el ambiente.
Dicen que la necesidad tiene cara hereje y yo que estaba en el dorso de la moneda no podía pretender dar la vuelta la tortilla y hacer que ese grupo de ilusionados jóvenes campesinos por falta de una oportunidad dejen su mundo y despierten a la triste realidad. Por lo visto que hasta la contaminación muchas veces es buena, depende mucho de la manera como se la tome o maneje…
Antiguamente decíamos que cuando un burro habla el otro debe parar la oreja, pero esto también ya pasó de moda, como los infantes y los pantalones cortos. Hoy día todos son adultos y hasta los niños o niñas se pegan el lujo de enseñarnos cómo se manejan las computadoras o cualquier otro tipo de informática. Muchos de mis amigos no quisieron reconocer esta realidad y quedaron abandonados como bólidos en su propio mundo. Los actuales adelantos y las modernizaciones ahora ya son insostenibles y se llevan todo por delante. El que no se adapta prácticamente se pierde en su infinidad.
Yo tengo muchos viejos amigos pescadores que no quisieron modernizarse usando los relés, preferían seguir con sus hilos a mano, y prontamente fueron desplazados sin adaptarse. También pude comprobar que ellos aun así fueron felices a su manera.
Para nosotros los de la edad adulta todo esto complica, pero debemos reconocer la realidad e intentar aclimatarnos o adecuarnos. La competencia está llegando cada vez con mayor fuerza y tarde o temprano nos atrapará entre sus tentáculos……………………………
Así que tranquilo nomás.
Tomado del libro de su autoría: "Con la sangre en los ojos"
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