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Microscopio mágico de Aureliano

Foto del escritor: Gustavo MartínezGustavo Martínez

Actualizado: 8 sept 2020

Agosto 2018


En la oscura pieza, escuchamos claramente la conversación de nuestros padres.

Chula, nuestra madre, estaba lamentándose.

¡! No puede ser, no puede ser!!

Lloriqueaba muy nerviosa, mientras continuaba muy frenética limpiando las láminas de vidrios manchadas de sangre.

Si, así me dijo el dueño de la casa. Necesita la casa porque su hija no sé qué va a venir a vivir aquí en asunción. Respondió nervioso papá.

Esa era la historia repetida, la de siempre. Una nueva mudanza ya otra vez. Tres mudanzas en la campaña, tres en coronel Oviedo y ahora la segunda en la capital Asunción.

Una semana después de aquella lamentable noticia, escuchamos el estruendo de un viejo camión volvo que estacionaba frente a la casa. Ya sabíamos de memoria nuestro trabajo. Subir las planteras con crotos y malvones, la fiambrera, el ropero, las tres camas, el brasero, las ropas, el gato y un sinfín de cacharros más.


Dejar los amigos del barrio, cambiar de escuela, buscar nuevos clientes para las viandas que mama ofrecía y vuelta a rehacer todo en el incierto alquiler, sobre la calle cuarta.

Aureliano, nuestro padre, estaba cubierto de una capa antidepresiva por lo que supo sobrellevar todas las penurias gracias a su propia genética. De carácter sereno, sin muchos estudios y de vida muy disciplinada, fue fuente de contagio a sus vástagos y su acción innata más valedera que cien manuales.


Tuvo la brillante idea de tomar un curso de técnico microscopista y con el título en mano, accedió al Ministerio de Salud como funcionario del Senepa. A partir de ahí ese artefacto cuasi científico seria su compañero de trabajo y también sería el sostén de toda nuestra familia.


Una vida nómada, inherente al oficio de nuestro padre, quien con su microscopio recorría el país donde le ordenaban ir, desde las oficinas del Senepa.


Enemigo declarado por los anofeles, Aureliano era el encargado de analizar la sangre de los parroquianos de cada pueblo asignado, detectando algún posible contaminado de fiebre amarilla o del temido mal de Chagas.


Crecí pensando que Senepa era una oficina creada para castigar a mi padre y a nosotros , o a los más débiles que debían acatar las órdenes sin mucha resistencia, yendo a parar a los confines de esta tierra, asociándolo como instrumento de la Campaña Nacional de Erradicación del Paludismo creada por el ministro Adán Godoy y por orden del Presidente Stroessner que; la sola mención del dictador era suficiente para no contrariar su orden, es más, había que estar agradecido a su deidad, preparar la valija y partir de inmediato al incierto destino, sin caminos por entonces , ni teléfono ni siquiera energía eléctrica en muchos de los lugares.


Esmeralda mi madre, cuyo sobrenombre es Chula como lo hubisteis leído ya, compañera de ruta de Aureliano no tenía más remedio que acompañar la forzosa cruzada contra las infestadas tropicales. Había salido de su pueblo Puerto Antequera sólo para casarse, aun a sabiendas de la poca o casi nula bendición de su madre, la matriarcal Ana Eisenhut, nuestra abuela, para ese matrimonio.


Luego de una vida de soltera, medianamente cómoda sin muchas necesidades, se vio deslumbrada ante los halagos de un arribeño moreno, pícaro, jovial, simpático y con su - por entonces - reluciente microscopio.

Esmeralda estaba desprovista de toda resistencia emocional pero con una fortaleza asombrosa para cargar con los avatares diarios y todos los tiempos de su vida. Servicial, muy sensible, educada, con neurosis heredada y trabajadora incansable, también apoyaba a las escasas arcas de la casa, amparada en un talento natural para la cocina dando servicios de exquisitas viandas para quienes así pedían.


Capítulo 2


A la par de recorrer los lejanos puestos de salud, Aurelio y Esmeralda iban teniendo crías y en cada mudanza siempre había un nuevo integrante a quien cargar, llegando así a amamantar a cuatro varones, que en su conjunto y en la sinergia de la fuerza masculina asociada, hacía aún más difícil transitar por su ya atribulado derrotero.

Sin excesos de cariño, con un padre delegando toda la educación al cuidado de Esmeralda, pues Aurelio se dedicaba a una increíble y disciplinada rutina de trabajo y nunca queriendo tomar más riegos de lo necesario, cumplía con su obligación y solo participaba a veces en nuestra corrección con algún remate final disciplinario, finalizando la reprimenda con una famosa frase:

Tienen que tratar de portarse bien ¡! sentenciaba Aureliano, como su frase más iracunda ¡¡ ante la mirada temerosa de los integrantes del clan de varones revoltosos.

Para entonces un integrante más había incorporándose al clan varonil, con la llegada desde el norte de nuestro primo hermano Abelardo, un nuevo personaje en la trama e imposible describir estos tiempos sin su presencia, siendo también este un perfecto compinche tan bien acoplado y lleno de nuevas ideas y travesuras, para mal de la patronal, de por si desgastada pero aun con fuerzas para seguir buscando sin saber siquiera que buscar en el peregrinar interminable.

Escenario casi surrealista, y posiblemente en esta narración represente con más rigurosidad literaria de lo que vivieron realmente en su infortunado destino por entonces y sin más ambiciones que la misma forma de vida llevada y que cuando no se conoce los lujos y opulencias, pues es la sencillez tu riqueza.

Aun dentro de los diferentes lugares y cambios de hábitat, Chula y Aurelio en una actitud admirable no habían descuidado el estudio de los inquietos muchachos quienes acudían normalmente a las clases, alimentando cada uno su sabiduría, conocimientos, entre experiencias y aportes de las escuelas, para desarrollar cada uno su destino.

Éramos por entonces conocidos como los hermanos cha, che chi, en un chistoso resumen que hacia la gente al conocernos y al saber que todos nuestros sobrenombres comenzaban con CH. Ahora, en el tiempo, es bastante curiosa la idea impuesta por nuestros padres, no sabiendo a ciencia cierta si fue casualidad o fue una excentricidad muy extraña para esas épocas.

Al final de cuentas en ese juego de sobrenombre he sido el más perjudicado ya que mi apodo terminaba en ulo y era campo fértil para mis crueles detractores asociando cualquier palabra que rimara con ulo para la diversión grosera de mis atacantes.

Hoy día, hemos incursionado en diferentes actividades abarcando las áreas de las artes, la administración, la publicidad, el marketing, religiosa, gastronómica, contaduría y las ventas.

Víctor Osvaldo el circunspecto, con ínfulas de hermano mayor aun siéndolo, pero siempre traicionado por su sensibilidad fraternal no terminaba de imponer con jerarquía su alcurnia.

Adalberto, un solitario aventurero, con idealismos mágicos incursionando por techos y ramas en busca de justicia.

Oscar Aureliano, el absorto, alejado de todo lo que le rodeaba, y tal vez por un fallo gestacional nació con piel despigmentada, creando resistencia a mezclarse con la morena mayoría. Finalmente encontró su país más adelante.

Abelardo, el Bravucón, impetuoso, desafiante a todos los limites. Y a la vez pacífico y romántico. Un mix.

Raúl Gustavo el quejumbroso, de irritantes letanías, tal vez a causa de sufrimientos fetales, infante y mártir del clan, completaba el cuarteto de cinco hermanos ¡


Capitulo 3


¿Que te parece chula si pedimos mi traslado a ciudad de este para trabajar en el centro de salud? Dicen que pagan bien allá por ese asunto de la represa de Itaipu. Planteó mi padre. Siendo una de las pocas veces que proponía un plan de riesgo.

Y continuó su argumento. Nuestros hijos ya están grandes. Podemos ir a juntar la plata y construir para nuestra casa en asunción, ahí en trinidad !

Bueno, vamos sique ¡! dijo Chula ya sin defensas, aceptó resignada el nuevo desafío, pues sonaba bien y debían aprovechar las fuerzas que aún tenían para dar un último empujón al destino, a ver que le deparaba más adelante.

Años después, Chula y Aurelio bajaban de la cabina del camión, donde llevaban los enseres de su última mudanza. Quedaron parados frente a la casa, mirándola extasiados, casi sin aire, emocionados por llegar a su propia casa, la que construyeron ellos mismos con el dinero ahorrado, ladrillo a ladrillo. El plan había resultado exitoso.

Agarrados de la mano, entraron a la nueva casa de trinidad con una inocultable emoción, casi incrédulos, con pasos cortos, como queriendo eternizar ese pequeño paseo de siete metros hasta llegar a pisar la reluciente baldosa propiedad de ellos, siete metros llenos de pensamientos encontrados, tantas historias detrás, Estaban ante uno de los acontecimientos más grandes de sus vidas y sin que nadie más que ellos sean merecedores de entrar llenos de júbilo en su propio hogar.

Parece que por fin Chula terminamos nuestra casa ¡!. Dijo Papá tembloroso.

Mamá entraba silenciosa, con su gato Tomy en un brazo y otra mano agarraba fuertemente a Aureliano.

Bajamos por última vez las planteras, las camas, el ropero, la tele y muchas cosas más; como valiosos tesoros de la vida cotidiana. Me tocó bajar la desgastada caja de madera con el viejo microscopio y láminas de vidrio. Cuidadosamente lo dejé dentro del ropero con un gesto de reverenciada emoción.

Esta vida presentada no pretende ser un plañido sobre las necesidades sino un homenaje a la riqueza de espíritu que ha vencido a la carencia, que aun en sí misma no es mala, si se tiene a una pareja como Aurelio y Chula que te lleven de la mano. Ellos la convirtieron en la dicha de vivir con alegría.


Gracias Papá, gracias Mamá!


Gustavo Raul Martinez Flores



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