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Mi primera Bicicleta

Abelardo Rosa Flores

Actualizado: 10 sept 2020

Apropósito del comentario de Osvaldo Rodas Ortiz referente a bicicletas. Les cuento una anécdota.

Allá por el año 1959, en unos de sus viajes a su ciudad natal, Concepción, mi padre Don Pololo Rosa, al visitar a unos amigos comerciantes quienes ya eran abuelos para entonces, recorriendo el depósito de mercaderías vio colgado en la pared un par de bicicletas de aro 24x1,1/2.

Mi padre preguntó al amigo si esas bicicletas a quienes pertenecieron, a los que respondió que eran de sus hijos que ya estaban casados y con hijos, que hacía años los tenía guardado en y que nadie ya lo utilizaba. Papá preguntó al amigo si no quería venderlos, y luego de una larga pausa de silencio respondió: “no sé eran de mis hijos y…….. no sé”. A insistencia de mi padre, el hombre accedió al requerimiento y le vendió el par de bicicletas. Concepción era una ciudad más desarrollada que Antequera, por lo que tenía varios talleres de bicicletas a la que acudió papá con los objetos recién adquiridos y encargó al propietario del taller a que le haga un buen trabajo de reparación de las mismas y luego de concluida su tarea lo remitiera a Antequera por Luz María.

Papá regresó a sus pagos sin comentar de la adquisición realizada, Luego de unas semanas llegó la embarcación y entregó en el negocio el par de bicicletas, que parecían realmente nuevas por la pintura, asientos y neumáticos que poseía, de ser en estos tiempos diríamos que fue “Tuneado”. La cosa es que para nuestros ojos de niños lo veíamos como un par de “Bicis” nuevas adquiridas para la reventa. Hasta que el viejo nos contó que las “bicis” eran para Lita, mi hermana mayor y para mí. No se imaginan la alegría que nos produjo semejante obsequio, por la época, los únicos chicos que poseían ese elemento en el pueblo eran los Neumann y luego nosotros.

A partir de entonces empezamos a pedalear por el pueblo con nuestras nuevas bicicletas, no sin antes recibir un par de instrucciones del tío Chaco y con algunas magulladuras producto de las caídas en el pavimento de pedregullo de la ruta de esa época.

La cosa es que esas bicicletas junto con la de Rolfi Neumann, mi amigo de infancia, fueron las que sirvieron para que casi todos los chicos de mi generación aprendieran manejarlo, no sin antes s alquilarles por 1 guaraní la vuelta.

La historia no termina allí. Luego de unos años, estando ya casado, en unos de mis viajes a nuestro pueblo encontré que las viejas bicicletas dormían su reposo de guerreros con los había encontrado mi padre, es decir colgado en el viejo depósito de la casa. Al verlos tomé la decisión de hacer lo mismo que papá y traje mi vieja bicicleta, compañera de tantas travesuras y lo mande remozar a nuevo en un taller de Asunción, para luego darle a mis hijos como reliquia de una vieja época y que usaran. Como hoy mis hijos ya son adultos, en los últimos corazones abiertos para que otros niños lo sigan disfrutado.




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