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Mi nacimiento

Abelardo Rosa Flores

Actualizado: 8 sept 2020

Hoy al l ver la foto de mi padre que era una de las ultimas de su vida terrenal, me pregunté: ¿cómo habrá sido este hombre el 22 de abril de 1955? y empecé a imaginarme a un hombre joven, lleno de vitalidad, con una esposa en el noveno mes de embarazo, con un hijo en puerta, tal vez deseando que sea varón para continuar su apellido y alguien en quien proyectar y continuar su existencia. Ese negro porvenir, era yo.

Hurgando en la memoria y basado en los relatos de mis padres, reconstruí en la imaginación ese momento, viendo a mi madre y mi padre acostados en el lecho matrimonial, en una pieza dividida por un par de biombos que fungían de paredes divisorias entre el cuarto de mi hermana y el comedor. Imaginé una fresca madrugada pueblerina a orillas del río, a unos gallos cantando anunciando un nuevo y hermoso amanecer, el mugir de algún que otro buey en la calle y el rebuzne de unos burros que deambulaban por el pueblo. Ante ese panorama, veo a mi madre inquietarse y a mi padre roncando, disfrutando las últimas horas de un dulce sueño reparador interrumpido por unos leves codazos de mi madre diciendo: “Pololo, parece que ya viene” veo a mi padre saltar de la cama, buscar su par de viejas alpargatas, acomodar en ellos sus tibios píes y hacer una evaluación de la situación. En base a ello, veo a mi padre tomar una decisión. Lo veo a mi padre diciendo a mi madre: “tranquila que llamo a algún vehículo y partimos para San Pedro” Veo a mi padre con un sombrero de paño y un ponchillo salir a la calle en la fresca madrugada mirando al lucero que con todo su esplendor destella en la madrugada, luego lo veo voltear la vista al puerto, rogando que haya algún camión estacionado, de esos que esperan el amanecer para descargar bananas o naranjas, que en esa época era normal en ese bello pueblo en el que empecé a dar los primeros pataleos para venir al mundo. Para suerte de mi padre, el viejo camión del Sr. Kagerl estaba estacionado en el puerto, y en el dormitando su propietario esperando el amanecer para bajar su cargamento en las embarcaciones amarradas en n la orilla, reposando al arrullo del ronroneo de un viejo guainguingué. Este buen señor, al pedido de mi padre gustoso y sin titubear saltó del asiento de la cabina que le servía de lecho provisorio, y fue a buscar la manija de hierro para echar a andar el motor, introdujo el elemento en el orificio del frente del camión y luego de un par de vueltas, el viejo Ford rompió el silencio de la madrugada pueblerina. Partió en busca de la parturienta y su esposo y presurosos rumbearon a la vieja casona de la matrona de la ciudad de San Pedro, Doña Éster Franco, una enfermera veterana de la guerra chaqueña.

Al llegar a destino ya despuntando el alba, encontraron a la vieja comadrona sorbiendo un delicioso y humeante mate en el corredor de su vieja casona.

Al ver llegar a mi madre, urgente la introdujo a una habitación, mandó a la criada a calentar abundante agua, quedando mi padre en el corredor a la espera del resultado. Mi padre algo nervioso y ansioso, sacó del bolsillo un paquete cigarrillo "Reina Extra ovalado" para amenizar la espera, cuando iba por el tercer cigarrillo, se escuchó el llanto de un niño en la habitación, cosa que hizo a mi padre acelerar el consumo de su cigarrillo en forma nerviosa, esperando saber el sexo del recién nacido y la situación de la madre. Luego de algunos unos minutos, que para mi padre eran eternos, salió la partera anunciando la llegada de un precioso y corpulento varón en la capital del segundo departamento. Mi padre cerrando los puños hizo un gesto, como diciendo: “¡BIEN CARAJO!”.

Ese bebé fue la admiración y el comentario de todo el pueblo, por el hecho de haber nacido con 5 kilos 400 gramos. Al verlo todos creían que se trataba de un niño de 3 meses y no un recién nacido.

Esa es la historia de este cuerpecito que hoy celebra 53 años de aquel acontecimiento y que aún vive mi madre para corroborar lo narrado y mi padre desde donde se encuentre estará esbozando una picara sonrisa, tan característica en él.

Un abrazo a todos y gracias por las felicitaciones. Lalo Rosa



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