La sopa paraguaya de mamá es la má rica…riquísima luego es!!
Cuántas veces hemos escuchado esa frase de orgullosa admiración presumida ¡
A lo que siempre respondemos aparentando emoción: ahhh ¡ que bien…quisiera probar¡!
Pero realmente por lo bajo y sin expresarlo verbalmente por educación… pensamos silenciosamente y con algo de reproche desafiante: eso porque no probaste la de mamá ¡!
Creo que las razones de tales aseveraciones tan rotundas provienen de la cantidad de ocasiones en que nuestra madre depositaba la bandeja dorada en la mesa durante nuestra infancia, adolescencia o apenas salido de la etapa lactal ya teníamos el amarillo maíz molido en nuestra babeante boca y guardadas en la caja de la memoria, comprometiendo nuestro gusto de por vida.
Creo la milanesa -según mi primo Negro- al que consulté para tocar este relevante tema mundial, entra también dentro de la categoría de adictivos manjares durante el camino de la vida, no así la berenjena al escabeche o puré de remolachas.
En un concurso organizado en el albergue que nos cobija y a modo de entretenimiento en una pasada semana santa, para premiar a la mejor chipa. Participaron diez cocineros y cocineras muy competitivos y entusiastas, a los que fueron entregados exactamente los mismos ingredientes en calidad, peso y cantidad.
El resultado fue: Salieron diez clases de chipas muy diferentes entre sí. Y la pregunta científica es: porqué?!!
Pues porque cada uno tiene su “mano”.
Escuchamos decir a veces … tiene mano para la cocina. Y realmente es así. No es mitología.
Es bueno tener “mano” para las cosas que hacemos y así como el pintor siente la emoción delante de un blanco lienzo o el escritor frente a una alba hoja de papel , también es muy placentero descubrir toda nuestra fiel y amorosa entrega en cualquier actividad de la vida y hacerlo con la pasión de tener enfrente el alegre desafío de nuestra labor; como un obra de arte a exponer, para colaborar con la felicidad de quienes nos rodean y de nuestra propia satisfacción.
Gustavo Raul Martinez Flores
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