Tranquilo amigo, ya llegaremos.
Algunos amigos y parientes me consideran un enfermo mental, revolucionario, renegado, sin patria ni bandera. Pero, como defensa personal les puedo comentar que en Alemania que no conozco, estoy registrado en los libros de la nobleza como un germano, mientras que en el Paraguay donde cumplí con mi servicio Militar Obligatorio, soy todo un buen paraguayo, supuestamente respetuoso a sus leyes.
Al final todo este comentario tampoco me incomoda, ya que me acostumbre a recibir patadas por todos lados y una más, creo que no me perjudica. Finalmente creo que merezco este castigo por no compartir con ustedes algunas locas ideas, pero mi carácter es así de rebelde que luego me crea una serie problemas entre los amigos y la misma sociedad donde vivo. Esta falta de aclaratoria o diálogo es lo que finalmente nos hace desconfiar el uno del otro y por culpa de ella en nuestro país mueren muchas hermosas ideas sin ser ejecutadas.
Verdadera lástima.
No dudo que Alemania sea de los países más ricos y civilizados del mundo, pero les puedo asegurar que nunca se recuerdan de sus hijos abandonados que emigraron cuando su país estaba pasando por un mal momento. Quizás sea porque nosotros los nacidos en el extranjero nunca les pagamos nuestros impuestos o sencillamente fuimos marginados porque nuestros padres alemanes se casaron con los de otra nacionalidad. Muchos seres humanos no están de acuerdo con el cruce de sangre porque temen una futura degeneración, pero yo en particular no lo entiendo así y me encanta que mis progenitores no hayan respetado esta regla.
Recuerdo que yo aún joven, cuando las papas estaban que ardían en el Paraguay en tiempo de la tiranía de Stroessner, quise salir a buscar nuevos horizontes. Recurrí a mis familiares en Alemania a pedirle socorro y ellos muy pronto me contestaron sí que título universitario tenía, o si no sabía ejecutar la guitarra como Luis Alberto del Paraná para ganar mucho dinero. Entendí que mi persona no valía nada y para que yo sea bienvenido en su país tenía que ser importante y útil para ellos. Por ese motivo nunca me fui a Alemania ni ningún otro país del mundo y quede en el Paraguay para ser lo que soy. Sin embargo tengo unos amigos Suizos, que, entre paréntesis no son importantes, es decir, no son ninguna personalidad, y sin embargo su embajada les premió y fueron beneficiados con una beca para conocer Suiza sin costo alguno y volvieron felices. ¡Aleluya!
Muchos dirán porque les cuento estas intimidades, pero la verdad es que no me agrada hablar con una persona al que no conozco. Si vamos a ser amigos, quiero que me conozcan y no como los de mi raza, que solo les interesa el dinero, y que no tengo para ofrecerles.
Vivir enjaulados como los pájaros o los animales, no lo deseo a nadie, pero por lo visto todo es cuestión de costumbre. Hoy veo a los capitalinos asuncenos como unos simples animales silvestres, presos en sus propias jaulas y cuando más dinero poseen, menos libertad tienen y al final de nada les sirve su fortuna.
Felizmente yo todavía duermo al aire libre y con las puertas abiertas, lujo que muchos de ustedes no pueden darse. Claro que estos esclavos de la circunstancia encontraron la forma de justificar esta imposición, que para mí es incorrecta. La libertad no se compra ni tiene precio y siempre fue el sueño de muchos grandes hombres del pasado que murieron con este ideal sin claudicar. Pero al final murieron como cualquier otro infeliz.
¡Viva la Independencia.
Tomado del libro de su autoría: "Con la sangre en los ojos"
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