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La nueva iniciativa

Foto del escritor: Adolfo von Tumpling EisenhutAdolfo von Tumpling Eisenhut

Con una vieja carretilla a mano de madera pesadísima, construida por algún carpintero local, quien sabe con qué intenciones, durante la noche para que nadie se dé cuenta de mis intenciones, empecé a cargar mi nuevo negocio. Felizmente mi cuñado vivía a solo dos cuadras de mi nueva vivienda y como la fuerza de mi flamante juventud era excelente, no necesitaba pedir socorro a nadie. Así que en un cerrar y abrir de ojos muy pronto pude inaugurar mi nueva casa comercial. Al principio los ocasionales clientes solo me visitaban por curiosidad y como siempre yo encontraba algo con que entretenerse o comentarles de mi vida pasada, prontamente logro ganar el cariño de una selecta y respetable clientela.

Tres meses después nuevamente viaje a la capital y en nuestro domicilio de Sajonia, inesperadamente me encuentro con la presencia de un viejo compañero del colegio alemán. Este gran amigo estaba justamente de visita con la sana intención o pretensiones de conquistar el corazón de mi hermana menor Marta. El joven Rudy Grubel al enterarse de mi actividad en la zona Norte y siendo él unos de los principales accionista de la Cueril S.A, unos de los mayores compradores de cueros silvestres del Paraguay, se me ofrece para ayudarme económicamente en esta floreciente y lucrativa actividad de ser su representante en la compra y venta de las pieles silvestre.

Al día siguiente muy temprano nos reunimos en la oficina con su padre y sin muchos trámites protocolares a sola firma me anticipan una fuerte suma de dinero en efectivo para acopio de pieles silvestres. Este respetable capital me abrió nuevo horizonte y así, muy pronto logré independizarme económicamente de mi cuñado Don Pololo a quien le devolví íntegramente lo que le adeudaba, más los intereses correspondientes.

Desde esa fecha no tuve problemas para surtir mi negocio directamente de las grandes casas comerciales que nos visitaban. Mi anciana madre, aún fuerte y lúcida y con mucho espíritu de por medio al ver que el negocio prosperaba, decide voluntariamente volver a lo que alguna vez fue su mundo y la de su finado marido, lugar donde quedó rezagado un sueño que nunca pudo concretarse.

Mejor oportunidad que este ofrecimiento de mi madre no podía ser. Así que sin dudar, de pronto ganaba una valiosa compañía y todo se perfilaba a mejorar. Entiendo que esta nueva iniciativa era mi oportunidad para progresar y de paso decirle adiós a la gran ciudad, donde intente hacer de todo, pero sin nunca lograr una independencia económica aceptable. Es que nadie nunca se interesó en ayudarme.

Nuestra vivienda en Antequera era enorme, pero con muy pocas comodidades. Solo disponía de dos dormitorios y en el más pequeño le amueble a mi madre y en la otra pieza me instalé yo. Ya aclimatado en esta comunidad encontré que no se disponía de ningún medio de transporte para viajar a Villa de San Pedro y que esa comodidad era una gran necesidad para salir del aislamiento que vivía la comunidad. Entendía que la unión de dos pueblos a pesar de la rivalidad existente podía con esta comodidad mejorar en mucho aspecto y gracias a Dios al final no me equivoqué.

En uno de mis periódicos viajes a Asunción y ya pegándome el lujo de poder hacerlo por vía aérea, que a pesar de ser un poco más costoso, era rápido y cómodo. Estando ahí, aproveché a visitar a un gran amigo Antonio Nohl, ex compañero de trabajo en los talleres de Cóndor S.A. y le propongo que si verdaderamente quería independizarse y ganar mucho dinero, compre un ómnibus y se venga a trabajar en este departamento, en mi casa donde no le faltará absolutamente nada.

Este amigo norteño Antonio Nohl oriundo de Rosario Loma, escuchó mi propuesta con mucho interés, e hizo lo correcto. Compra de Cóndor, donde llevaba años trabajando como mecánico, un viejo ómnibus que estaba hipotecado y decididamente por agua ya que cuando eso no contábamos con ruta, se traslada a puerto Antequera. Compartimos mi pieza como buenos amigos, con su fiel ayudante don Teodoro Brassel de Villa de San Pedro. Por todas estas circunstancias, finalmente muchos antequeranos recuerdan a mi vivienda como la casa de los solteros. También al ómnibus marca Reo naftero que por muchos años estuvo al servicio de sus usuarios, los antequeranos le bautizaron cariñosamente con el nombre de ómnibus Blanco.

Al final, lo que nadie esperaba es que los años se encargarían de cambiar muchas cosas, es que nadie puede pronosticar el futuro. Claro que podemos sugerir algunas ideas, pero sin poder asegurar que se cumplan favorablemente. Ahora mismo me gustaría compartir con ustedes algunas de estas increíbles experiencias, que con el tiempo dejaron sus huellas como una mancha imborrable.

Muchas veces no es bueno rememorar los pasajes negros de nuestra vida cotidiana porque pueden crear mal entendido. Pero si por alguna circunstancia especial de esta vida alguien desea progresar, no debe tener en cuenta estos detalles, sino hacer lo que su instinto o corazón le ordena. Desde luego que en el peligro está la ganancia y si deseamos mejorar alguna vez tenemos que arriesgarnos y más todavía si somos jóvenes y ambiciosos.

Feliz iniciativa.

Tomado del libro de su autoría: Con la Sangre en los Ojos


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