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Eran tiempos de jacarés

Abelardo Rosa Flores

Así como los bisontes americanos deambulaban en grandes manadas por las planicies americanas, los ríos y esteros de nuestro país estaban poblados por miles de jacarés.


Recuerdo que en mi niñez, como era común para nosotros los norteños hacer el viaje de Pto. Antequera rumbo a Asunción en barcos como el Anita Barthé, que aún era a vapor con sus aletas a modo de rueda con paletas a babor y estribor, el Cruz de Malta, el Pingo y otros que no eran tan "paquetes" como el Aurora o el Expreso Villa hayes que hacían esa travesía;

y como yo era un chico que venía a estudiar a la capital desde los 8 años y tenía que hacer frecuentemente esos viajes para ir y venir a mi Valle querido, en esos tiempos era común ver en los bancos de arena que se formaban a lo largo del recorrido del río, en especial en las siestas calurosas, a una buena cantidad de jakarés tendidos al sol para acumular calor.


Muchas de las veces cuando en vacaciones todos estábamos en mi pueblo haciendo disfrutando de la temporada estival en las frescas aguas del río, allí en nuestros respectivos "puertos", por que así se le denominaba a la ribera del río frente a la casa de cada poblador, solían aparecer algunos de estos reptiles, que asomaban tímidamente el hocico para respirar y luego volver a sumergirse.


Al ser descubierto por alguno de los bañistas, este daba la voz de alerta y todos de inmediato avisaban que se había avistado un jakaré, pero antes que asustarnos y salir corriendo, todos trataban de cazar al intruso que había osado aparecer en territorio humano, ya que la piel del mismo tenía valor comercial y con ello se podían hacer de unos guaraníes.


Por esos tiempos no había conciencia de protección a la fauna, así como comentara al principio, al igual que en el país del norte se cazaban casi hasta el exterminio a los bisontes para extraer solo la piel del animal y dejar tirado al sol su cuerpo despellejado como alimento para los carroñeros, por esta parte del mundo, se organizaban Safaris para ir a cazar y extraer los cueros de animales silvestres, entre los que más se perseguían eran los jakarés.


Recuerdo que por esos tiempos salían desde Antequera embarcaciones, así como lo hacen los balleneros que munidos de víveres, abundante bolsas de sal gruesa, armas, municiones y equipos para campamentos, emprendían el viaje remontando el río Paraguay hasta la desembocadura de el río Monte Lindo, para internarse ahí hasta el corazón del Chaco y allí cobrar la mayor cantidad de piezas mientras otros más intrépidos, se intentaban por el Pilcomayo hasta llegar al Estero Patiño, ya que por esos tiempos era diferente el caudal de esos ríos y se podía navegar con embarcaciones de poco calado.


Una vez alcanzada la meta, se organizaba la masacre de reptiles, se los despellejaba, se salaban los cueros con sal gruesa para evitar que el mismo se pudra y agusane, para que al cabo de un mes y algo más de aventura, regresaran a con la "cosecha" para vender a los acopiadores de cueros la preciada carga.


Suena un poco cruel este relato, pero ese era rebusque en la vida de muchos de nuestros compatriotas; esa modalidad de vida se viene ejecutando desde antaño en nuestro país, así fue con la tala de bosques, la caza comercial, luego que acabaron con esos recursos y se prohibió la explotación, se pasó a la pesca comercial, pero siempre la actividad fué cosechando lo que la madre naturaleza nos brindaba, nunca se preocuparon en sembrar árboles, en cazar en forma selectiva, ni en pescar solo los peces que reúnan las medidas reglamentarias para evitar el exterminio. Hoy hay muchos que llenan los ríos con sus redes fuera de medida, colando el curso de agua atrapando a quien caiga.


Hoy a muchos años de esto que relato, eso de ver jakarés soleándose en las playas ya es historia, y hasta pareciera tratarse de un cuento de fantasía.




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