PARTE 3
Mi padre como siempre locamente enamorado de mi madre Ana, decide formar en Antequera su nuevo nido de amor. Mi padre hablaba muy poco sobre sus proyectos, porque a las pocas personas que le comento su idea, nadie les creyó. Durante esos dos años que vivió en Rosario Loma, mi padre tuvo la oportunidad de conocer a muchas personas en su mayoría extranjeros, quienes lograron interpretar sus intenciones y se ofrecieron ayudarle incondicionalmente. La idea inicial era instalar en Puerto Antequera un gran depósito de acopios general, para embarcar directamente estos productos en Asunción por vía fluvial, ya que en esa época era la única salida o vía que existía.
Increíblemente en aquel entonces en el interior, circulaba muy poco dinero y el TRUEQUE, era lo que primaba para el sustento diario. Los humildes campesinos cambiaban todos sus productos con los comerciantes y por ende circulaba muy pocas monedas, pues el costo de las mercaderías que ellos retiraban a cuenta de sus productos, era muy elevado. Este excesivo encarecimiento por culpa de los intermediarios daba la oportunidad a que varios comerciantes lucraran libremente y muchos campesinos no pudieran progresar.
UNA DECISIÓN INESPERADA.
Fue así, un buen día en compañía de mi madre, la pareja salen y compran al contado una vieja casa de material de los López, abandonada en la esquina de la única ruta que une a Antequera con Villa de San Pedro, TAPE TUJÁ. Felices y contento la familia limpia y adornan el lugar con los muebles de mi madre. Lo que mi madre no se explicaba es porque si ella disponía a solo una cuadra y media todas las comodidades, mi padre tomaba esa extraña decisión de comprar ese pequeño e insignificante propiedad. Mi padre no dio importancia a este comentario, pero seguía insistiendo que la mejor ubicación para su proyecto estaba ahí, donde termina la vieja ruta que une a Antequera con Villa de San Pedro.
Y al final no estaba equivocado.
A mi madre le preocupaba de donde él iba a sacar tanto dinero para realizar su proyecto. Entre risa y broma él decía que todo ya estaba pagado y aseguraba: que mañana cuando el sol asome del este, donde sale el sol, todos iban a ver la realidad.
LA FRUTA EMPIEZA A MADURAR
Y el milagro se cumple a pie y letra, ya que un buen día, antes de que el sol asome, una gran caravana de carros cargados, llegan ruidosamente para depositar sus productos en los viejos y abandonados depósitos que mi padre ya había alquilado con anticipación. Con la ayuda de los hermanos de mi madre, como locos empezaron a estibar los productos que no paraban de llegar. De ahí en más, cada mañana, más y más carros cargados formaban largas cola para depositar sus productos. Y mi padre tranquilamente sin pagar un solo peso, recibía, pesaba, calaba y documentaba con su máquina de escribir, todas las mercaderías que caían en su poder.
Desde luego que un trabajo sin problema no existe, pues al otro día cuando mi padre quiso embarcar sus productos a la ciudad, el buque Toro comprometido para el efecto, solo le destina una bodega para diez mil Kilogramos y él había solicitado el doble. La verdad es que nadie le creyó y todos creían que mi papá era otro Gringo loco como los demás que llegaron al Paraguay con idea de ganar dinero fácil.
Recuerdo vagamente que cuando mi padre fue a comprar una caja fuerte de hierro ya que los bancos no funcionaban, todos quedaron sorprendidos al recibir su pedido, que rebasaba sus capacidades. Cuando yo tenía cinco años mi madre me invito a ver algo increíble. Entramos en el escritorio particular de mi padre, quien con una sonrisa pícara en sus labios, abrió su caja fuerte de hierro que era de un metro cuadrado repleto de billetes. Y en el suelo varias bolsas especialmente fabricadas, cargadas de billetes como para ser enviadas a la capital. Estas bolsas estaban cuidadosamente lacradas con el anillo del escudo de mi padre.
Muy pronto mi padre compra un terreno frente a su casa de comercio y ahí urgentemente manda construir un enorme depósito sobre el río, de palmas, caranday y otro de material cosido y tambien amplía su vivienda, sin tener en cuenta su costo. Esta casa donde hasta hoy yo vivo, ni remotamente tiene una sola fisura, sigue siendo una verdadera fortaleza. Lastimosamente el enorme aljibe de treinta mil litros con los posteriores inquilinos fue abandonado. En esa época de bonanza mi padre le envía a su madre de Alemania doña Martha pasaje de ida y vuelta para visitar el Paraguay. Durante su visita por un año, ella emocionada e impresionada por lo que estaba viviendo, toma algunas fotos y forma un álbum que hoy se encuentra en mi poder como documentos.
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