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El mejor placer sensorial.

Raúl Rosa Flores

Un viejo dicho dice que "UN AMOR SIN BESO, ES COMO UN TALLARÍN SIN QUESO".


El conocimiento nos ayuda a descubrir muchas cosas, y los más curiosos tratamos de encontrarle la explicación a este tipo de acertaciones.


La vida nos va enseñando muchas cosas, y la experiecia nos facilita mejorar el disfrute de la misma.


Comer es un placer. Comer un rico tallarín es un placer. Comer un rico tallarín con queso, es un mayor placer.


¿De donde viene el éxito de esta combinación de sabores, para que se convierta en EL MEJOR PLACER SENSORIAL?


La explicación comieza con el descubrimiento realizado en 1908 por el científico Kikunae Ikeda, profesor de la Universidad Imperial de Tokio, quien descubrió que el "glutamato" era el responsable de "lo delicioso" de ciertos alimentos. Observó que el sabor del caldo de pescado (dashi) de kombu era distinto de los sabores dulce, ácido, amargo y salado, y lo denominó «UMAMI».


Umami tiene un sabor sutil pero de gusto prolongado y difícil de describir. Induce la salivación y una sensación aterciopelada en la lengua que estimula la garganta, el paladar y la parte posterior de la boca.


Por sí mismo, umami no es sabroso, pero realza el sabor agradable de una gran cantidad de alimentos, especialmente en presencia de aromas complementarios.


Con los años, los grandes chefs descubrieron que algunos alimentos contenían en forma natural ese quinto sabor que Kikunae Ikeda había denominado como UMAMI; entre ellos algunas algas marinas, el tomate, el atún, la anchoa, la sardina, el hueso de pollo, la carne de cerdo y res, el té verde y los "QUESOS DE PASTA DURA", que aportan al tallarín el sabor que le falta, para ser perfecto.


El "quinto sabor", el umami, que proviene del glutamato, es tan importante en la excitacion sensorial del sabor, tanto que se encuentra potenciado en la leche materna, nuestra primera experiencia como EL MEJOR PLACER SENSORIAL.


La vida nos va enseñando muchas cosas, y la experiecia nos facilita mejorar el disfrute de la misma.


Esa misma vida nos enseña, pese a todo lo aprendido, que hay cosas que le dan dan un sazón diferente a los alimentos, y es el amor y el cariño que se pone en la preparación de los mismos.


No creo que Kikunae Ikeda, aquel profesor de la Universidad Imperial de Tokio, pueda explicar por qué el tallarín de nuestras madres y abuelas tenían un sabor especial e inigualable. Único e irrepetible, y más aún combinados con ese queso rallado con el viejo molino de queso del viejo almacén de mi padre, hoy convertido en un velador.


Su recuerdo seguirá iluminando nuestra existencia, dando sabor a la vida. Verlo siempre será una experiencia sensorial que no lo puede explicar el umami.


Estoy convencido que hay un "sexto sabor" por descubrir, el sabor que da la felicidad, tan esquivo y tan simple.


La felicidad no la podemos comprar en una tienda, como hoy lo podemos hacer con el umami, o glutamato, o "Aji-no-moto", que es su nombre comercial.


La felicidad es tan simple, que para saborearla hace falta muy poco, y las más de las veces, aun menos.


Comprenderlo y vivirlo, es EL MEJOR PLACER SENSORIAL.



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