SE DÁ VIANDA...
Así decía un pequeño cartel de cartón, colgado por el portón de la casa.
Este pequeño cartel promocional influyo bastante en mi vida. También solía estar el cartel de SE NECESITA MUCHACHA…. por decir así.
La repartija de viandas por el barrio centro de Asunción me tocaba a mí. Ahora, a través del tiempo sospecho que mis tres hermanos varones mayores, conspiraron para que así sea. Lo investigaré. Pero sin rencores, ya que muchos de ellos se habian fugado a otros países..
Encima ad honorem. Antes de ir a mi escuela General Díaz, debía entregar diez viandas. Menos los domingos que era mi día libre.
Las tres marmitas iban verticalmente acomodadas a través de un pasador que terminaban en una manija de agarre. Abajo iba el caldo del día, puchero, locro soyo i eso, en el medio el “seco”, consistente en algún guiso, milanesa, tallarín o estofado y arribaite iba la ensalada con la mandioca o galleta según el menú del dia.
Con sendas viandas salía a la calle llevando las delicias a cuestas, a entregar en algún taller, casa de vecino o deposito. Luego de mi entrega, presurosamente volvía por mas viandas, ya que mama alimentaba a varios clientes y había que cumplir. Cumplir en el horario también, porque el hambre no espera.
Cuando el vaivén de mi carga bamboleaba fuerte, el hirviente puchero salpicaba mis tobillos. Era un trabajo muy riesgoso y delicado por lo que a veces debía hacer un alto en el escalón de alguna casona antigua a frotarme la quemazón. Llegando algo tarde y rengueando a mi destino, con el consabido regaño del mecánico. Mbae nde mitai la nde mbegueterei, decía! Aún conservo mis cicatrices como muestra de aquellas duras batallas gastronómicas.
Tampoco había propina en “aquellos tiempos” por mi esfuerzo hercúleo y malabarista.
Ya no se estila las dos comidas como antes, era como una entrada y secundo plati pagando por un solo menú. Un lujo de la cocinera quien la esmerada Esmeralda día a día con su creatividad ofrecía comidas tan deliciosas y variadas que según pasan los años muchos de sus clientes aun la recuerdan como la vianda más deliciosa de sus vidas, aunque justo hubiese sido que recuerden también al gran pequeño pionero del delivery de 10 años.
Pero así es la vida.
Un recuerdo para mi amada madre Chula de este su pequeño compañerito de entonces quienes en un fenomenal dúo transitábamos por la vida ofreciendo delicias inolvidables y buscando siempre alternativas financieras. Por decir asi.
Gustavo Martínez Julio 2021 Homenaje a todos los “delivery” que con frío y calor, de noche y de día, con lluvia, piloto y moto hacen sus entregas. Sin pretender ser una autorreferencia lamentosa sino una hermosa lección de vida.
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