Corría el año 1.976, yo estaba cursando el segundo año de Ciencias Contables en la Universidad Católica. Como la norma de la facultad era que los alumnos debían tener un 75% de escolaridad, era habitual que se tome lista al inicio de cada clase. En varias oportunidades escuché el nombre de María Teresa Sartorio Lewkowitz, apellido que me era familiar, por tanto decidí un día prestar atención para ubicar a la persona que respondiera a ese llamado. Al inicio de una de las clases, presté la mayor atención posible para dar con mi objetivo y al llamado de ese nombre vi que una bella rubiecita respondió: “Presente”. En el primer recreo me acerqué a la misma a preguntarle si tenía parientes oriundos de San Pedro, a lo que me respondió que su padre era sampedrano, a la pregunta de quién era su padre, me dijo: Horacio. Sorprendido le pregunté: ¿El de casa Rina? Y me respondió que sí. Ante eso le comenté que yo conocía a su padre, que el mismo era muy amigo del mío, que justamente hacía muy poco tiempo estuvimos por Antequera, donde Don Horacio solía ir en Semana Santa con un grupo de amigos a pasar en casa de su hermana Yolanda, propietaria del único hotel del pueblo. Le comenté que durante un partido fútbol que se realizó entre visitantes de Asunción y los antequeranos, a mí me tocó jugar en el equipo de los locales, por lo que fui adversario del que al final sería mi querido suegro. Durante el fragor del partido, se produjo tiro de esquina a favor del equipo de Don Horacio. Él jugaba de centro atacante y yo de defensor, al venir el tiro de esquina, ambos saltamos a la pelota, él para tratar de conectar a nuestro arco y yo para despejarlo. La cosa es que yo llegué primero a la pelota con un costado de mi frente y con el otro a la cabeza de Don Horacio, produciéndole un corte en el cuero cabelludo. Nadie se dió cuenta de sucedido, hasta quede la cabeza del atacante empezó a manar sangre. Le dije: Don Horacio te sangra la cabeza, el llevó la mano hacia atrás para palparse y descubrió que efectivamente sangraba, inmediatamente le reclamó a mi padre que era el árbitro, pidiendo que me sacara una tarjeta amarilla por agresión, luego se dirigió a un charquito de agua que quedó de la lluvia del día anterior en el pasto, se mojó la cabeza en la misma y siguió corriendo. Teresa le comento eso a su padre, le dijo que éramos compañeros de facultad, y fue así como empezamos primero una linda amistad, luego eso se convirtió en amor y un 4 de diciembre de 1.976 empezamos a festejar, para que luego de un año y ocho meses de noviazgo unamos nuestras vidas hasta que la muerte nos separe, en un 25 y 26 de agosto del año 1.978.-
Y a partir de allí, vivimos felices y comimos perdices
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