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Blanca Flores De Rosa.

Raúl Rosa Flores

(Una mujer para recordar)

Naciò en Puerto Antequera un 10 de junio de 1928. Hija de Don Domingo Flores, argentino, y de Doña Ana Eisenhut, descendiente de inmigrantes hùngaros.


Cursò sus estudios primarios en una escuelita plurigrado en su natal Puerto Antequera, hasta el cuarto grado, que era lo màximo que se podìa aspirar entonces como escolaridad formal; pero en su afàn de seguir aprendiendo siempre se caracterizò por devorar cuantos libros tenìa a su alcance, y trataba de cultivar su ortografìa y gramàtica, con su diccionario que siempre tenìa a mano. Era una adicta a los crucigramas, que los "terminaba" sin falta, pese al tiempo que pudiera llevarle esa tarea.


Quedò huèrfana de padre a temprana edad, Su madre Doña Ana Eisenhut, viuda, volviò a contraer matrimonio con un inmigrante alemán de nombre Wolf Von Tumpling, con quien tuvo otros tres hijos, quienes fueron sus hermanos; una linda familia compuesta por la mayor Blanca, Chichita (+), Chula, Bila, Negra, y Adolfo.

Su infancia la pasò feliz, conviviendo con descendientes alemanes de la Colonia Nueva Germania y otras compañìas de la Capital sampedrana, donde aprendiò a hablar ademàs del español y el guaranì, el idioma alemàn.


Le tocò junto a su familia servir como apoyo logístico (Su Residencia se convirtiò en una especie de Comando) a las fuerzas del Gobierno del Gral. Morìnigo en los traumatizantes sucesos que habían afectado a toda la sociedad con motivo de la gran revolución interna que enfrentó a los connacionales, en la lucha por el poder en el año 1947.


Puerto Antequera no estaba alejada de esta realidad. En el seno de esa familia de clase acomodada, descendientes de inmigrantes Austro-húngaros-sajones-argentinos, vivía Blanca Flores Eisenhut; una joven que estaba saliendo de la adolescencia, surgida de ese crisol de razas; forjada bajo una férrea formación Húngaro-alemana, y templada por el trabajo honesto y voluntarioso, a la sombra y protección de sus ascendientes, que luchaban contra las adversidades para consolidar un porvenir a su prole.


Esta doncella se distinguía por sus rasgos físicos, que no podían ocultar sus marcadas raíces anglosajonas. Tenía la tez nívea, aterciopelada, con los rizos rubicundos, y unos ojos claros indescriptibles, que no disimulaban su estirpe.


Pero estos rasgos físicos quedaban opacados ante el garbo, la prestancia, la energía, el carácter, y las ganas de vivir que la adornaban. Siempre regalaba una sonrisa, era briosa como un corcel, demostraba una gracia inigualable en las actividades que realizaba. Nadaba como una sirena, era una avezada amazona y era una interlocutora insustituible para una charla amena, por sus conocimientos y lo agradable de sus diálogos.


Siempre estaba dispuesta al trabajo, realizaba tanto las tareas del hogar como las actividades propias de la actividad comercial de la familia. Poseía una formación religiosa cristiana con marcada tendencia anglicana, impuesta por sus progenitores. Tenía la convicción de que la ventura se fragua con estos valores, que cimentaron su formación integral.


Estos atributos no podrían pasar inadvertidos para cualquier persona que pudiera haberla conocido, ya que son rasgos y valores inmutables, que hacen que la progenie subsista y pueda superar cualquier obstáculo. Son cualidades que hacen que las mujeres sean atractivas para el sexo opuesto, que por una razón natural busca perpetuar la especie.


Estas habrán sido las cualidades que observó su esposo Abelardo Rosa (Don Pololo) cuando la conoció, y que hizo que se enamorara de ella; todo esto sumadas a las demás que habrán ayudado a consolidar ese amor, descubriendo con el tiempo, su estoicismo, su abnegación, compañerismo, y lealtad, sin dejar de disfrutar las delicias carnales del amor marital; en las que cimentaron tantos años de matrimonio.


Estas características siguieron intactas, pese al paso del tiempo, con el agregado de la sabiduría que le dieron los años.


Doña Blanca formò un hogar con su amado esposo Pololo, con quien tuvo 9 hijos, Lita, Lalo, Lali, Lilù, Lelo, Myrian, Zully y los mellizos Negro y Rubito (+).


Doña Blanca quedò viuda a los 62 años, y al poco tiempo dejò la actividad comercial que tenìa con su esposo, pasando a vivir en su residencia de Asunciòn, ciudad donde ya estaban afincados la mayorìa de sus hijos, disfrutando sus ùltimos años como bisabuela y abuela; dedicando su tiempo en lo que siempre le apasionò que eran la lectura y los crucigramas; y emprendiendo nuevas actividades como el crochet y el bordado en punto cruz, y disfrutando de las amenas e interminables charlas con las personas que le visitaban, o a las que ella visitaba.


Doña BLANCA FLORES DE ROSA sigue viva en el recuerdo de los que la conocieron.

Una mujer para recordar



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