31 de dic. 2008
Morfeo me secuestró en su submundo de mágicos y placenteros surrealismos. Ahí hice cuentas de mis quebrantos y vicisitudes, de mis logros y elevaciones, en el marco del tiempo del año ocho que está expirando.
Con este año se fue un gran amor al cielo, nuestro padre, serena estrella, que ha orbitado la elipse del tiempo de sus largos y fecundos años de historia.
Desde su cuna y luego su temprana orfandad, pasando por su infancia de escuelero y trabajador, de adolescente militar marinero en medio de las luchas del 47, su profesionalización en salud, han forjado su carácter de entereza y bruñido su temple de aguerrido servidor.
Hoy, nuestro padre sigue deslumbrando con su propia lumínica vital y enhiesta, perdurable más allá del ocaso de su vida.
De andar pausado, ha recorrido cientos de leguas de cañadas, puertos y selvas, en cada perímetro de la patria, solicitado por motivos laborales.
Su pasar ha sido como la suave brisa, que esparce la frescura de su apacible hálito, convocando las simientes esparcidas para luego reunirlas en los fértiles surcos de su naciente.
En la fecundidad de su corazón de esposo, padre y amigo muchos y buenos brotes de vida ha producido, crecido y protegido. Aureliano, ha conjugado el verbo amor y valor en cada tiempo presente de su hogar.
Tantas amistades ha cultivado y germinado. En el silencio de su atenta escucha, sus gestos de cercanía de juglar nato, bromista y juguetón, han sido siempre más atractivas y expresivas que sus palabras. Aunque severo al impartir corrección, era siempre indulgente para conceder gracias y perdón. .
Ha sido apasionado contador de cuentos, como la tremulenta historia de Crusco y Roquete, que han sido lenitivos remedios para inducir el reposado sueño de sus hijos.
Asimismo, con Chula, su esposa, ha sido asiduo lector de Alejandro Dumas, Víctor Hugo, Julio Verne, Emily Bronte, Alma fuerte, José Ingenieros entre otros, con lecturas compartidas en voz alta, en el silencio del chaco boreal, con fondo musical producida por la vitrola RCA de la época.
Aureliano fue gran conocedor de las letras, del diccionario, de las palabras y expresiones del castellano. De privilegiada memoria para recordar las definiciones más enigmáticas del idioma. Era un diccionario abierto.
También era conocido como Martín Pescador, por sus inigualables destrezas de pescador paciente, quien muy a menudo, en sus ratos libres, tenia puestas las manos en la liñada tensionada de la espera del pique oportuno cuyos frutos eran para proveer del sustento de sus hijos.
También ha sido grande su destreza de bailador de tangos en los arrabales de Baradero con sabor a vino tinto y mesa despoblada. Supo aprender y bailar con su hermosa esposa, la joya de su vida, Esmeralda, con precisos, alegres y celebrados compases. Eran tiempos de juventud y de armónica convivencia familiar.
En el transcurso de su enfermedad, agudizada en los últimos 3 años, también aprendió y supo danzar con la penuria, aferrado a su compañera de siempre, siguiendo los mordientes ritmos de los compases de su progresiva afección, sin perder la elegancia y compostura emocional, con dignidad y denuedo, con mansedumbre de hidalgo y héroe en cada tramo doloroso del padecimiento.
Pudo vencerle a su propia enfermedad - decía su médico- con su actitud de perseverante fortaleza sin remilgos ni rechazos a su suerte.
Consideraba la salud un valor que cuidar y mantener y así lo hacia, en obediencia a las indicaciones médicas, con la precisión de quién ha tenido por profesión curar y cuidar la salud de otros.
Desde joven se capacitó como Guarda Sanitario, profesión hecha suya, para el servicio de prevención, alivio y curación de las dolencias del pueblo.
Aureliano, padre…en el silencio sentido de tu ejemplo y memoria, haces cada vez más elocuente tu perenne presencia a nuestro lado, de incansable y leal caminante, trabajador y servidor a todo tiempo.
Gracias por marcar los rieles de valores fundados, sobre los sólidos durmientes de tu propio ejemplo, donde tus hijos, hemos con aciertos y desaciertos intentado rumbear.
Tus manos con brotes de rugosidad, han acumulado memorias del tiempo. Tiempos de sanciones y aplausos, de risas y llantos, de logros y frustraciones, de abundancias y carencias, de firmezas y debilidades, de seguridades y miedos. Esas manos, tus manos, han registrado la grandeza de tu vida.
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