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Aquel Viejo Pindó

Abelardo Rosa Flores

Actualizado: 8 sept 2020

Para muchos, esta variedad de palmeras tiene reminiscencias de semana Santa, es recordar el día de las palmas del domingo de ramos. A mí en cambio me trae a la memoria otras vivencias. Si me permiten, quisiera hablarles del viejo Pindó de mi casa paterna en Puerto Antequera.


Corría el año 1960, la familia Rosa-Flores, se disponía a ocupar la nueva residencia adquirida por mi padre. La misma era una casa más confortable, con mas habitaciones y más funcional para la familia. Por entonces el número de componentes de la familia había aumentado y estaba compuesta por los siguientes miembros: Don Pololo, Doña Blanca, mis hermanos Lita, lali, lilu, lelo y yo.

La cosa es que para remozar la casa se había contratado a unos albañiles y pintores para poner en condiciones el nuevo hogar, los contratados se alojaron en la casa para facilitar la tarea y como era tiempo de verano, sacaban sus catres al patio y bajo unos mosquiteros se acostaban a dormir. En la primera noche el personal que quedó en la casa, no pudieron conciliar el sueño debido a que escuchaban ruidos en el techo, como que si alguien estuviera tirando bodoques con hondita, mas tarde esos proyectiles ya caían sobre los mosquiteros, produciendo el pánico del personal. Pasada la noche en vela y ante el temor que les produjo la espantosa noche, al caer los primeros rayos solares, presurosos fueron a narrar a mi padre el tormento que les cupo pasar durante la noche. Mi padre los miró con cara de incredulidad, pensó algunos instantes, luego dijo a los atónitos y temblorosos trabajadores: “vamos a verificar la cosa en el terreno”. Medio desconfiados los hombres se armaron de valor y decidieron acompañar a mi padre a la casa embrujada. Una vez en el lugar de los hechos, luego de una minuciosa recorrida y tras algunas preguntas a los testigos de la tenebrosa noche, mi padre descubrió que el autor de la “honditeada” de la noche anterior, fue el Pindó que se encuentra en el medio del patio, un árbol que durante todo el año tiene frutos, que esos frutos con la fuerza del viento son desprendidos de su racimo y dispersados por el aire, yendo a caer en distintos lugares. Aclarada la situación, pero con cierto temor los obreros decidieron pasar una noche siguiente en la casa. Pero se tomaron sus precauciones y se munieron de sendas linternas de cinco elementos marca “Eveready” y ante el primer proyectil caído, fueron a verificar y efectivamente se trataba de frutos del viejo Pindó. Fue así que con mis seis añitos conocí a ese Pindó, que hasta hoy se yergue altivo en el centro de la casa. En algunas ocasiones cuando lo he visitado, me contó las historias que vivió, las cosas que vio pasar en ese pueblo y por sobre todo me contó las penas y alegrías que vivimos los Rosa-Flores en ese hogar. Me ha contado de la alegre primera fiesta que se dio en la misma. Me dijo que era el primer cumpleaños de mi hermano, Lelo, un 4 de diciembre del ’61. Me contó que fue una fiesta a la que fueron invitados todos los amigos de la familia, que se decoró la casa con globos multicolores, que hubo una mesa con una torta en el centro, que se cantó el cumpleaños feliz , que los niños comieron torta y galletitas “bubú” con abundante chocolate “Elefante“ y que para la noche llegaron los mayores para seguir la fiesta. Me contó mi querido Pindo, que la fiesta a la noche era para inaugurar la casa, me dijo que se dispusieron mesas para los invitados n, que se bailo al compás de la música de una la “Orquesta Alborada”, especialmente contratada de la ciudad de San Pedro. El baile se hizo en la pista y desde lo alto mi querido Pindó se deleitaba viendo bailar a las parejas. En confidencia me dijo que a mas de uno tuvo dispararle un proyectil cuando notaba que querían apretar mas de lo debido a su pareja sin el consentimiento de la misma. Me contó que vio pasar desde allí, los famosos desfiles de los 14 de Mayo, cuando nosotros éramos aún niños con nuestros impecables guardapolvos blancos y almidonados, me dijo que marchábamos con gallardía en compañía de nuestros compañeros por la calle principal, que cuando eso era aún de pedregullo. Me contó que un 24 de mayo del ’64, en la madrugada sintió mucho movimiento de ir y venir de personas por el corredor de la casa, que debido a la parralera y la obscuridad no podía distinguir muy bien de quienes se trataban. Al alba oyó el llanto de un bebé, atando cabo por lo que sintió en la madrugada, llegó a la conclusión que se trataba de la asistencia de un parto. Ya cuando todo estaba mas visible, dijo que vio salir a unos niños que querían dirigirse al cuarto de la madre y que se los impidieron con el alegato que la madre se encontraba indispuesta. Mas tarde vio a Don Pololo juntar a sus retoños y comentarles que en la noche llegó la cigüeña y que les trajo una linda hermanita. Eso fue lo que me comentó del nacimiento de mi hermana Zully. Me contó de la fiesta de los 15 de mi hermana Miriam un 9 de agosto del ‘77 . Esa fiesta me dijo, fue una noche maravillosa, dijo que en ella, la orquesta ya tenía instrumentos electrónicos, que su sonido le hacían vibrar sus hojas por la potencia. Luego me dijo: “y no sabés lo que fue el 25 aniversario de bodas de tus padres un año antes del 15 de tu hermana, recuerdo que era un 20 de febrero del ‘76, ¡esa sí que fue una linda fiesta!” me dijo que hubo música, un asado a la estaca hecha con una mamona traída especialmente de la estancia Pedernal, que la misma parecía una fiesta patronal. Pero me dijo que no todo lo que vio y vivió era alegría. Me contó de las noches en vela de los muchachos que cuidaban el muro de contención en la gran crecida del ’83, me dijo que desde su lugar contemplaba el avance de las aguas y de su temor que rebasara el muro y arrasara con todas las viviendas y s pertenencias de sus compueblanos. De repente mi amigo el Pindo, se puso triste, quedo con sus hojas colgando, quieto y callado y luego de un hondo suspiro me dijo: Pero lo mas triste que viví, fue la mañana del 29 de agosto del ‘90, esa mañana lo vi a tu padre llevar la mano al pecho y lentamente sentarse en el piso hasta quedar tumbado boca arriba. Te juro que me sentí impotente al no poder socorrerlo. Me dijo: sacudí con fuerzas mis hojas tratando de que con ella le acercara un poco de viento, a ver si con ello se recuperaba. Pero todo fue en vano, el Señor ya lo llamó para gozar de su gloria.

Hoy ya cansado de tanto vivir, que ya siento cerca mi final, te cuento todo esto para que no quede en el olvido, las cosas que vi pasar desde mi privilegiado lugar. Cuando nací, las noches eran tranquilas y disfrutaba de la suave brisa que provenía del río, si bien es cierto aún perdura la brisa, ya no existe esa tranquilidad pueblerina de años anteriores. Hoy todo es muy diferente, ya no encuentro la obscuridad me permitía ver la inmensidad del cielo en las noches estrelladas, hoy cuando la noche cubre al día con su manto negro, de inmediato se encienden los faroles de el alumbrado público. Para dormir trato de cubrirme la vista con mis largas hojas y cuando estoy a punto de conciliar el sueño, soy interrumpido por el ensordecedor ruido de una moto, que con su escape libre, pasa raudamente por la calle asfaltada, o por una música proveniente de una poderosa camioneta que con su equipo de sonido emite una cachaca al máximo de sus decibeles.

Mi viejo Pindó me dijo: Te ruego me prometas que les vas a contar a las nuevas generaciones de mis vivencias, que les vas a decir, que a pesar de las molestias que me ocasiona la modernidad, la misma me ha compensado mostrándome un hermoso desfile, como el que pude ver en el bicentenario de nuestra nación, que pude ver las procesiones del 3 mayo con un estilo renovado, pude ver la procesión acuática del Sr. San Pedro y de Curusú Chiká. Todo ello, gracias al lugar privilegiado que me cupo en suerte vivir todos estos años. Para despedirnos, te ruego le trasmitas a tu familia mi agradecimiento por permitirme vivir en su casa, a pesar de las muchas sugerencias que recibieron para que me derribaran por mi supuesta peligrosidad. Todos les decían a tus padres que yo atraía a los rayos, pero ellos se jugaron por mí y en pago a todo eso, me esmeré en brindar los frutos más dulces de Pindó que existiera en esta tierra, para acunar entre mis hojas a las aves más hermosas que llegaban atraídas por mi fruto.



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