En un día de hoy, hace e 22 años, partía de este mundo Don Abelardo Rosa. Esto sucedió en una tranquila mañana del mes de agosto de año 1990.
Papá, mas conocido por Pololo por sus compueblanos, nació en Belén, departamento de Concepción, luego de la revolución del cuarenta y siete se radicó en la Pto. Antequera, gracias a la ayuda de un ciudadano árabe de nombre Alfredo Ale.
Este buen señor, propietario de un prospero comercio en la ciudad de San Pedro, le encargó a mi padre la sucursal en Antequera. La mencionada sucursal, estaba ubicada en la actual casa de Ismael Bordón. Al poco tiempo de su llegada, Pololo, un hombre de carácter jovial, se granjeó el apareció de los pobladores de la época. Se dedicó a mas de sus tareas cotidianas, a frecuentar todas las actividades de pueblo. Fue jugador de fútbol, caracterizándose por su potencia de remate.
Cuentan algunos contemporáneos, que los arqueros querían evitar estar frente a él en la ejecución de un penal. Compartió con los amigos en rondas de póker, tragos, bailes y todo lo que se refiera actividades sociales. Hasta que un día, Cupido clavó la flecha en su corazón de joven y se enamoró de una gringa del pueblo, Doña Blanca Flores Eisenhut, con quien contrajo matrimonio y fue bendecido con 9 retoños.
Hoy recuerdo como si fuera ayer ese fatídico momento en que recibí la infausta noticia de su muerte, fue como si un puñal clavara mi corazón. Sin embargo debo reconocer, que desde que yo tenía catorce años, estaba preparado o fui consciente que ese momento debía llegar. Recuerdo que en una oportunidad en que me encontraba por mi querido pueblito y estando mi padre por Asunción, llegó el Comisario, Don Francisco González y con una asustada me comunica que querían hablar conmigo desde Asunción por vía telefónica.
Por ese entonces las comunicaciones eran cosas difíciles, no como ahora que todo se resuelve por celular. Al llegar a la comisaría me comunican al teléfono y me dan la noticia que mi padre se encontraba internado en el sanatorio San Roque a causa de un infarto agudo del miocardio y que mi madre debía viajar con urgencia para hacerle compañía. Corriendo en mi bici llegué a mi casa para comunicar la noticia, y de allí mi madre con urgencia partió para la capital quedando nosotros los chicos a cargo de la tía Fermina Mendiola, esposa del tío Miguel Eisenhut.
Desde ese instante, hasta la hora del medio día en que me comunicaron que mi padre se fue de este mundo, siempre tuve el temor de recibir esa noticia. Hoy al cumplirse un año mas de su retorno a la casa del señor, pido a todas las personas de bien, elevar una oración a Dios por el descanso de su alma.
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