Dios aprieta, pero no ahoga, por eso debemos seguir insistiendo. Hoy a pesar de todas las injusticias, yo no pierdo la esperanza de que mañana pueda ser diferente. Consuelo de pobre decía mi finada madre cuando veía como nuestros campesinos se conformaban con migajas mientras los poderosos seguían disfrutando de la buena vida, sin importarle lo que pasaba a su alrededor. Sabias palabras que siguen perdurando.
Pero yo sigo esperanzado de que el sol volverá a brillar y entonces, todo será diferente. Dicen que ningún mal dura cien años, ni nosotros vivimos tanto tiempo para cumplir con nuestra voluntad. Basado en esa creencia escribí este libro titulado: Con la sangre en los ojos, para que nuestra sacrificada generación no siga sometido a los mismos errores. Yo no soy ningún perfecto, ni pienso serlo, pero sueño con un mañana mejor, sin pobre ni rico que se peleen, defendiendo sus legítimos derechos.
Amigos míos, debemos despertar, esta es nuestra oportunidad, pues desde el umbral de la miseria y la necesidad que vivimos al final lograremos sobrevivir aprendiendo que: más vale tarde que nunca. Por favor no desaprovechemos esta oportunidad, mañana los cosas pueden ser diferente y nosotros nuevamente sufriremos sus consecuencias.
Nadie es perfecto y yo menos que nadie, pero reconozco mis errores y les pido disculpas. Entre mi sueño estuvo hacer que en mi puerto natal, su golpeada naturaleza se vuelva a repoblar de peces, pero lastimosamente todo fue una bella ilusión.
Entre ese mundo de sueños e ilusiones estuvo la idea de inmortalizar al mágico Río Paraguay, pero lastimosamente hasta ese proyecto no se cumplió, por las razones que a continuación procuraré explicar a mi manera.
Tomado del libro de su autoría: "Con la Sangre en los ojos"
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