Después del inesperado asesinato de mi padre en el año 1948, la familia se debilito económicamente y tuvimos que radicarnos en un rincón del barrio Sajonia. Yo, siendo único hijo varón con diez años de edad no lograba dimensionar lo que estaba pasando, pero percibía, como con esta perdida, todos nos estábamos yendo lentamente camino a la banca rota.
Creo que este mismo fenómeno también afecto a muchos emigrantes alemanes que finalmente abandonaron este puerto. Sin embargo ni padre no respetó esta regla de juego y desgraciadamente cuando contaba tan solo 42 años de edad, en pleno año nuevo del 1948, era salvajemente asesinado en su lugar de trabajo, sin gloria ni pena.
Mi padre era alemán y acá en puerto Antequera mediante su persistente trabajo y honradez logro progresar y formar su nueva familia. Para mayor detalle leer mi libro "Rio de lágrimas y esperanza". Desde luego que esta iniciativa nunca fue bien vista por lo vagos y haraganes políticos de la época, quienes se pasaban el santo día creando problemas y comiendo como las langostas todo lo que encontraban en su camino. Así como en este puerto habían muchas personas buenas, y también estaban los desubicados que se pasaban el santo día creando problemas.
La contienda del año 1947 contribuyo a que toda esta estructura progresara y con la unión de un grupo de renegados lugareños, confabulan este horrendo crimen, asesinando a mi joven padre, supuestamente por envidia. No creo que valga la pena volver a rememorar este capítulo negro de nuestra historia, pues si vamos a comentar los miles de crímenes horrendos que en esa época quedaron impunes, no terminaríamos nunca de relatar todos los hechos lamentables de nuestra larga historia.
Pero, es importante recordar que en esa época pasada, Puerto Antequera también fue una floreciente Colonia de Alemanes que huyó de su país durante la segunda guerra mundial. Vinieron con abundante dinero y de lo bueno, esperando que pasara la crisis en su país para retornar. La verdad es que ellos nunca se mezclaron con nuestros humildes pobladores y vivieron cómodamente aislados sin perder sus viejas costumbres.
Muy pronto cuando se normalizaron las repercusiones o sea represiones de la contienda mundial, la mayoría retornaron o sea volvieron a su país de origen. Creo que aquí quedaron dos o tres familias alemanas y entre ellas estaba la nuestra. En puerto Barranquerita y otros lugares de nuestro departamento, también acontecía este mismo fenómeno y al final solo quedaron en nuestras campañas, algunas que otras familias de inmigrantes alemanes.
Debido a la precariedad educativa y social que se vivía en el interior del país, mis padres a los seis años de edad me internaron en una iglesia Luterana con mi hermana mayor Sybilla, sobre la calle Alberdi y General Díaz de nuestra ciudad de Asunción. Allí en ese internado mixto nos encajonaron a más de 60 niños y niñas de padres alemanes adinerados que se encontraban en nuestras mismas condiciones. Supuestamente en este internado teníamos que contar con todas las comodidades para que nuestra estadía sea placentera. Al final esta promesa fue pura habladuría, pues en la realidad, nadie nunca nos regaló nada.
Menos mal que la adaptación en mi persona siempre fue privilegiada y nunca tuve dificultad, ni remordimiento de ninguna clase. Recuerdo que muchos de mis amigos adinerados no se adaptaron en su cautiverio y muy pronto tuvieron que tirar la toalla. Luego con el tiempo me entere que la mayoría de los que tomaron esta decisión fueron grandes personalidades y hasta creo que les fueron mejor que a nosotros.
La verdad es que nadie sabe lo que le espera en el futuro, pero yo tuve que renunciar a muchos beneficios que me ofrecía la ciudad capital, para finalmente volver a este desconocido y abandonado pueblo natal. Ahora más que nunca entendía que las buenas intenciones no son todas y que en la vida real muchas cosas son totalmente diferentes.
Efectivamente las heridas del pasado nunca se borran, porque yo intente por todos los medios mejorar muchas cosas, pero al final fracasé. Felizmente dentro toda ese batallar, pude formar una buena y digna familia que hasta la fecha seguimos unidos estirando el carro. Dentro nuestra familia todas mis tres hijas son profesionales y gracias a Dios no mendigamos ni debemos nada a nadie, y esto ya es todo un logro digno de mencionar.
No me gusta pensar en lo que nos espera mañana y creo que lo correcto es nunca adelantarse a los hechos del momento. Cuando joven yo también tuve que renunciar a muchas buenas propuestas, pero al final atando cabos sinceramente no sé si este sacrificio valió la pena. La vida está llena de oportunidades, la cuestión es apostar por lo bueno y si es posible por lo correcto y placentero, que lastimosamente hasta la fecha nadie sabe cuándo llegara o dónde se encuentra oculta esta realidad.
Esta sugerencia o apreciación es meramente personal, pues en la actualidad encontramos a muchos ilustres personajes que viven en la opulencia como grande señores, sin que nadie se preocupe de ellos. Al final todas estas injusticias quedan flotando como una mancha que destruye y contamina nuestro principio.
Por este simple motivo, muchas veces envidio a estos bien aventurados y lamento no contar con esta misma oportunidad. Entiendo que al final solo…
Dios y la Patria podrán hacer justicia.
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