30 Marzo 2017
Pasé Anamar, y pasé la terminal, di la vuelta en la curva para ir al puerto. A mi Antequera querida.
Quería disfrutar de este viaje segundo a segundo y paisaje por paisaje.
Aquellos paisajes que tantas veces habían venido a mi mente. Que había soñado.
Me quede frente a la radio ycua mandyju, a mirar, disfrutar, observar, pensar y meditar.
Solo faltaban trece kilómetros y tantas cosas venían a mi pensamiento.
Los parientes, los amigos, el miedo, la alegría. Doce años pasaron. Tantas cosas cambiaron.
Ya no había polvareda ni barro en la ruta. No habían huellones de camiones ni las escaleritas que te hacían vibrar.
Pase delante del viejo cartel de Granja Dolly y comencé mi lento camino hacia Antequera.
Una larga recta me llevaba hasta kilómetro 8 y los campos de ganado iban desapareciendo para llegar a las arboledas al costado de la ruta. Y comenzaban las curvas. Las inolvidables curvas que tantas veces había recorrido en bicicleta, curvas desbordantes de Pirì y esteros, con aguas cristalinas y camalotes en flor.
Los carteles de “Hay morenita y lombriz” ya abundaban. Me iba acercando.
Mis latidos se aceleraban, la laguna Verá ya no brillaba. Los camiones sojeros invadían, mis ojos destellaban de ansiedad y recuerdos. Ya estaba en kilometro uno. El mural del Paí Vale. La iglesia, la alcaldía, la pensión Santa Marta.
Ay Dios mio!!! Que alegría!! Estaba llegando con lágrimas en los ojos y… finalmente llegué a la curva y lo he visto. Estaba ahí tan majestuoso, brillante por el sol… Me deshice en llantos. Mi querido rio Paraguay!! Gracias gracias!!
Gustavo Raul Martinez Flores
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